«La mejor escritora de narrativa actualmente en activo en América del Norte», como la definió Jonathan Franzen en su colección de textos de no ficción «Más afuera» (Salamandra), dejará de serlo próximamente por decisión propia. «Probablemente no vuelva a escribir», soltó esta autora de 81 años en la que entrevista que concedió al diario canadiense «National Post» y en la que siguió la estela de otros autores que han tomado el camino de la «jubilación», como Philip Roth el otoño pasado -«Se acabó. `Némesis' ha sido mi último libro», afirmó- y el premio Nobel de Literatura húngaro Imre Kertèsz, quien aseguró en noviembre pasado que había agotado el tema central de su producción literaria, el holocausto nazi.

Más acorde con su personalidad, Alice Munro (Ontario, 1931) afirmó sentirse «muy contenta» de entrar en otra fase. Desde hace años considerada una firme candidata al Nobel de Literatura -aparecía en todas las quinielas junto a su compatriota Margaret Atwood; por cierto, esta afirma que «Alice Munro es una de las mejores escritoras de ficción en inglés de nuestro tiempo»-, ha recibido premios de mucho prestigio, entre los que cabe destacar el Man Booker International Prize. Hace unos meses ya insinuó que «Mi vida querida» (2013), su trabajo más autobiográfico, podía ser su último libro.

Autora de once colecciones de cuentos y dos novelas, es conocida como la «Chéjov canadiense» y ella misma se declara en deuda con escritoras de la talla de Flannery O'Connor, Katherine Anne Porter y Eudora Welty. Siempre escribe sobre el mundo real que conoce, el rural canadiense, y uno de los rasgos más sobresalientes de sus cuentos es la marcada atención al detalle, al matiz. Entre sus trabajos destacan títulos como «La vida de las mujeres» (1971) o «Demasiada felicidad» (2009), publicada en euskara por Meetok en 2012 bajo el título de «Zorion handiegia». Sarah Polley llevó al cine uno de sus relatos en «Lejos de ella», su debut como directora.