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Murió Javier Tomeo, el escritor de los monstruos, la fantasía... y las «croquetas» literarias

Creador de un imaginario donde campaban los monstruos y los seres deformes, el escritor aragonés Javier Tomeo ha dejado una obra póstuma que saldrá a la luz en breve. Ayer falleció a los 81 años.

GARA | MADRID

«Yo soy aragonés, por lo que escribo negro», declaraba en una entrevista reciente. El escritor aragonés Javier Tomeo, fallecido ayer a los 81 años, tenía una forma muy especial de ver el mundo y contarlo; una visión que, hace algunos años, le valió seguidores, reconocimiento con exposiciones como la que se le dedicó en el centro Pompidou, que su pusiera en escena, pero también le reportó críticas. Famosa fue la frase de Juan Benet, quien le acusó de hacer «croquetas» literarias porque decía que solo tenía un registro.

Poseía una mirada fantástica y surrealista con la que se inventó un universo poblado de monstruos, de seres imperfectos con los que representó y caricaturizó la realidad.

Nacido en Quicena (Huesca) en 1932, a Tomeo se le puede considerar un escritor de culto, un «raro». Un habitante de un casa solitaria sujetada por tres pilares: Kafka, Buñuel y Goya, tres nombres que siempre han acompañado al autor de «El castillo de la carta cifrada» o «Amado monstruo».

De Kafka decía que se parecía a él antes de leerlo y a Buñuel siempre lo ponía de santo, «san Buñuel», le llamaba. Y es que este novelista, cuentista y articulista, traducido a quince lenguas y todo un fenómeno en Alemania, donde sus obras adaptadas para el teatro han sido representadas con enorme éxito, al igual que en otros teatros de Europa, buscaba el monstruo que todos llevamos dentro.

Tomeo dedicó toda su vida a escribir, a crear, al margen de modas. «Lo que he hecho toda mi vida ha sido escribir», decía el pasado año, con motivo de la publicación de todos sus cuentos en un solo volumen. Un libro, publicado por Páginas de Espuma, en el que se incluía su famoso «Bestiario», «Historias mínimas», «Problemas oculares», «Zoopatías y zoofilias», «El nuevo bestiario», «Cuentos perversos» y «Los nuevos inquisidores», además de muchos inéditos.

Las bestias, los animales, eran otras de sus pasiones, a ellos les daba vida y con ellos también representaba el mundo. «Dios puso a los animales en el mundo para humanizar a los hombres», decía. Algunos de los protagonistas de sus cuentos son enanos, ciegos, sordos, niñas con dos cabezas, hombres con seis dedos en cada mano, gente solitaria, antihéroes, un hombre al que le crecen la nariz y las manos después de haber publicado una novela o seres con un doble o fragmentados, otro de los símbolos de Tomeo, como dice Daniel Gascón, experto en su obra y encargado de la edición de sus «Cuentos Completos». Un ejemplo de esta fragmentación, en opinión de Gascón, puede ser este fragmento de «Historias Mínimas»: «Hombre (Mirando al frente, sin volverse hacia la mujer): `Oye'. Mujer: `Qué'. Hombre: `Dame tu ojo izquierdo'. Pausa. La mujer se desenrosca su ojo de cristal y se lo alarga al compañero. Hombre (Recogiendo el ojo, que se guarda en el bolsillo cerillero de la chaqueta): `Ya sabes que te prefiero tuerta, Manuela'».

OBRA PÓSTUMA

El fundador y director de Anagrama, Jorge Herralde, recibió hace tan solo unos días la última novela de Javier Tomeo, «El amante bicolor», convertida ya en obra póstuma y que el editor barcelonés prevé publicar a principios del próximo año.

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