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Antonio ALVAREZ-SOLíS | Periodista

Las caperuzas

 

Hay en el Quijote un personaje que visita al sastre para que la haga una caperuza. A tal fin entrega al alfayate no más que una cuarta de paño, inquiriendo de paso si con esa cantidad de tela era posible confeccionar un cubrecabezas. El sastre se concentra y dictamina que con una cuarta de lienzo se pueden coser incluso cinco caperuzas, una para cada dedo. Algo parecido sucede ahora con los salarios. El Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y otros grandes institutos neoliberales han vuelto a pedir a España que rebaje los salarios a fin de crear nuevos empleos. Realmente la indicación resulta endemoniadamente productiva. Si la actual masa salarial se divide entre un mayor número de proletarios -que proletario vuelve a ser el trabajador porque ha de contribuir hasta con sus hijos a la riqueza de los poderosos- salen millones de caperuzas. Mas ¿para qué cabezas? A veces cavilo si esas grandes instituciones que sueñan con un trabajador que trabaje prácticamente gratis no estarán dirigidas por un jíbaro. Uno se pregunta si este tipo de propuestas no debieran producir condena a la horca ya que sugieren la trata de esclavos. A mi me parece que quienes reclaman estas políticas incurren de pleno en la incitación o en la apología del terrorismo, ya que instigan a cometer daño criminal al trabajador ¿Y qué pasa con la Constitución? Dice la Constitución: «Todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo... y a una remuneración justa suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia...». Como dicen los gallegos: «¿E logo?». En el siglo XVI el Padre Mariana, jesuíta como el Papa Francisco, se preguntó si era lícito matar al tirano. Y contestó que sí. Las reclamaciones a San Ignacio de Loyola.

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