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Unas fiestas que pasarán a la historia

Los sanfermines de 2013 son ya historia. Nos han dejado imágenes imborrables, como la ikurriña colgando de punta a punta de la Plaza del Ayuntamiento. También se ha consolidado Jai Gune de Gora Iruñea como un nuevo espacio festivo. En el lado negativo, las agresiones sexistas.

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Martxelo DÍAZ

Estos sanfermines que ya no son más que un recuerdo pasarán a la historia por varias cosas. Empezaron de una manera inusual, con el retraso provocado por el odio de UPN, personificado en Enrique Maya, al despliegue de una ikurriña de grandes dimensiones. Los arrantzales ya ocupan un lugar destacado en la galería de personajes de la fiesta. Nacidos del pueblo y sin ninguna clase de afanes de protagonismo.

No se puede decir lo mismo de la delegada del Gobierno español, Carmen Alba, que ha personificado lo peor de estas fiestas, el elitismo de una clase que se piensa que está por encima de los demás ciudadanos. El toro Cantinillo fue otro de esos héroes que surgen de las entrañas de la fiesta para impartir justicia.

El montón que se registró en el callejón de la Plaza de Toros ha sido otra de las imágenes de las fiestas, abriendo de nuevo el debate de la seguridad en el encierro, obviando que es una carrera insegura en sí misma.

Al margen de todas estas cuestiones, la fiesta ha seguido adelante. No hay quien domine la vorágine en la que se sumerge estos días la capital navarra. La fiesta es del pueblo y la hace en la calle. Con acciones tan cotidianas como bajar a comer  frente al portal se reivindica el carácter popular de los sanfermines. En una época de crisis profunda, importa menos elaborar un programas con artistas de relumbrón que mantener la implicación de los vecinos de Iruñea con sus fiestas.

El Jai Gune de Gora Iruñea en el parque del Runa ha sido otro de los espacios recuperados por la ciudadanía. Frente a un modelo elitista, privatizador y de espectadores, el movimiento popular ha conseguido poner en marcha un espacio en el que se han hecho realidad unas fiestas populares, participativas, euskaldunes e igualitarias. Queda mucho camino por recorrer, pero este año se ha dado un primer paso.

En el lado negativo de la balanza, no se pueden obviar las agresiones sexistas, un mal que aqueja a todas las fiestas. Las escenas que se vivieron en el txupinazo son una consecuencia de vender en el exterior unas fiestas  en las que todo vale. Pero también existen actitudes sexistas entre los autóctonos. Son fruto de la sociedad patriarcal en la que vivimos. Y ante ello, solo existe la solución de combatirlo con educación y concienciación. También aquí queda un largo camino.

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