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La Semana Negra de Gijón puso punto final a diez días de cultura... sin apoyo de los políticos

GARA | GIJÓN

La Semana Negra de Gijón puso ayer fin el punto final a diez días de fiesta y cultura en una ceremonia de clausura a la que, por primera vez en 25 años, no asistieron autoridades de los gobiernos local y regional. Los directores de festival, Ángel de la Calle (de contenidos) y José Luis Paraja (de organización), destacaron el apoyo de la gente a un evento que cada año finaliza con incertidumbre sobre su continuidad.

Por segundo año consecutivo el recinto se ubicó junto al mar Cantábrico en los diques de un antiguo astillero, aunque esa localización fue recurrida por vecinos que presentaron una querella por ruidos molestos. «Pese a los detractores, seguimos adelante mientras el público nos apoye, porque es la gente la que vota por la Semana Negra con sus pies caminando por el recinto», dijo Paraja.

El premio Hammett de la Asociación internacional de Escritores Policiacos a la mejor novela negra publicada en español durante el último año recayó en el argentino Guillermo Saccomano por «Cámara Gesell». El Rodolfo Walsh para obras de no ficción fue para el mexicano Ricardo Ravelo, por «Narcomex. Historia e historias de una guerra», que aborda la relación entre las mafias de la droga y el poder político de en su país y el Espartaco de novela histórica fue para el español Javier García Sánchez por «Robespierre», un relato sobre la época del terror durante la revolución francesa. La primera novela negra del argentino Guillermo Horacio Convertini, titulada «La soledad del mal» consiguió el Memorial Silverio Cañada y Emilio Bueso ganó por segundo año consecutivo el Celsius de Ciencia Ficción, esta vez con «Cenital», una obra que da una visión apocalíptica sobre el futuro Europa por la crisis económica.

 
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