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El paciente inglés fue el primero en llegar y el último en irse tras «la victoria más grande de mi vida»

Chris Froome fue ayer el protagonista principal de una película que puede plagiar el título de la que ganó nueve Oscar en 1996 porque no habrá habido un inglés más paciente que él. Cualquiera no aguanta los dos años a la sombra de Wiggins y lo de ayer tras ganar en el Ventoux.

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Joseba ITURRIA

Si hay una virtud que no se destaca de Froome es su paciencia. No habrá habido un corredor que haya dejado de ganar dos grandes -la Vuelta de 2011 y el Tour de 2012- en las que ha sido el más fuerte por plegarse a las directrices de un equipo que tenía a Bradley Wiggins como líder. Pese a todo, tragó sin decir nada por su situación y ni tan siquiera contestó cuando el ganador del pasado Tour escribió unas memorias en las que le acusaba de deslealtad por ir a por Valverde en Peyragudes.

Ayer la paciencia de Froome volvió a ponerse a prueba. Al acabar los 242 kilómetros disputados a 42 por hora necesitó que le pusieran una mascarilla de oxígeno al llegar a meta tras su gran esfuerzo. Después tuvo que subir al podio como ganador de la etapa y como líder de la general y de la montaña. Seguidamente atendió a las televisiones que dan la carrera en directo, pasó el control antidopaje, realizó su sesión de rodillo para no perder las buenas costumbres y durante media hora respondió en la zona de radios y televisiones a las mismas preguntas, en inglés y en francés, antes de dar su rueda de prensa.

En esa batería de preguntas rechazaba que el Tour estuviera ya ganado, le halagaba ser el segundo corredor tras Eddy Merckx en ganar de amarillo en el Mont Ventoux, pero añadía que «no estoy para hacer historia, sino para conseguir los mejores logros».

«No pensaba ganar la etapa»

A diferencia de Wiggins, ninguna mala contestación y una y otra vez repetía los mismos mensajes antes las mismas preguntas: «El objetivo era coger tiempo en la general, no pensaba en ganar la etapa. Pensaba que iba a ganar Quintana, le he dicho que si aguantaba iba a ganar. Pero en los últimos dos kilómetros no ha podido seguir y yo he hecho la carrera al máximo para coger la mayor ventaja posible y sin buscarla he logrado la victoria más grande de mi vida porque es una subida histórica para el ciclismo. Es un sueño ganar aquí, es increíble»

Quiso agradecer el apoyo del público en toda la subida final y de un equipo que ha sido muy criticado en los últimos días: «Mis compañeros han hecho un trabajo enorme. No pueden estar todos al final de etapa. Ha atacado Quintana desde lejos y ha abierto un hueco. Como es escalador, no había que dejarle coger mucho tiempo. Por eso Kennaugh ha empezado a rodar para limitar la diferencia y, cuando hemos conseguido mantenerlo a distancia, Richie ha marcado el ritmo para reducir el tiempo que sacaba. He visto que no quedaba más que Alberto y he pensado que era el momento de atacar e ir a la persecución de Quintana y es así como he conseguido dejar a Contador».

Le destacaron que no llegó a levantarse en la bici en esa aceleración y explicó que «cuando hay un demarraje es por las sensaciones. Ese momento no era fácil para mí y he sufrido, pero si yo sufro los demás van a sufrir más. Además con un ataque así haces daño psicológicamente al rival».

La prueba de que el esfuerzo fue duro para él fue la mascarilla de oxígeno que le aplicaron en la llegada: «Es algo que no me ha pasado nunca, pero es relativamente normal porque en el final he hecho un esfuerzo máximo, estamos a casi 2.000 metros de altitud, hay poco oxígeno y no podía respirar. Con la mascarilla he recuperado la respiración normal y ahora ya estoy bien».

Le recordaron unas declaraciones de Dan Martin, en las que dijo que si le obligaban a entrenarse en altitud dejaba el ciclismo, y respondió que «hemos preparado el Tour en concentraciones en altitud en dos partes, como el año pasado, y había varios equipos en el mismo hotel. Es muy importante prepararse así para conseguir que el organismo funcione en estas circunstancias».

Cuando le señalaron que dejó a Quintana junto al monolito levantado en honor de otro inglés, Tom Simpson, fallecido en 1967 en plena subida, comentaba que «no estaba planificado atacar ahí. De hecho no le he atacado. Lo he hecho antes dos veces y ha vuelto rápido y ya no pensaba en dejarle, sino en que ganara él. Pero ahí he querido acelerar para sacar más tiempo y he visto que se quedaba y he continuado». Así acababa su rueda de prensa y bajaba del Ventoux. Fue el primero en llegar y el último en irse hora y media después de su victoria.

 
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