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Políticas anti-crisis: Estímulo y expansión monetaria

Los autores del análisis afirman que «frente a estímulos presupuestarios, la expansión monetaria resulta claramente preferible desde una perspectiva político o, si se prefiere, electoral». Desgranan distintas posiciones que se están desarrollado en Estados Unidos y en la UE. Lo cierto es que es imposible delimitar cuál es el momento adecuado para las políticas de expansión monetaria y hasta dónde debe llegar su cuantía si no clarificamos previamente los destinos de la misma.

EKAI CENTER

Junto a la política presupuestaria, o bien por delante de ella, es la política monetaria el instrumento fundamental de las políticas de estímulo que medios de comunicación e incluso algunos responsables políticos vienen incorrectamente denominando «políticas de crecimiento».

Frente a los estímulos presupuestarios, la expansión monetaria resulta claramente preferible desde una perspectiva política o, si se prefiere, electoral. Mientras el déficit presupuestario se traslada inmediatamente al incremento de las cifras de deuda pública, que son un referente directo del seguimiento de la actividad de los gobiernos, la expansión monetaria tiende a ser objeto de seguimiento solo por parte de pequeños colectivos de expertos. Por supuesto, mientras la expansión monetaria no alcance -como viene sucediendo en Occidente durante los últimos años- cifras disparatadas, en cuyo caso el seguimiento de dicha expansión comienza a ser objeto de un seguimiento por parte de colectivos sociales cada vez más amplios.

Si nos fijamos en el intenso debate abierto en Estados Unidos y Europa al respecto, vemos que figuras de prestigio internacional -como Paul Krugman- y el conjunto de expertos envueltos en las distintas posiciones favorables y contrarias a la expansión discuten de forma interminable sobre la cuantía de la misma y los beneficios y perjuicios de una mayor o menor dimensión de dicha expansión sin apenas dedicar atención a lo que, desde la perspectiva de EKAI Center, resulta esencial para la valoración de estas políticas. Esto es, el destino de las mismas, los instrumentos utilizados al efecto y los efectos e implicaciones de estas estrategias desde la perspectiva de la economía política.

De esta forma, el debate queda centrado sobre a partir de qué nivel -y de qué momento- los beneficios de la expansión monetaria sobre el impulso de la actividad son contrapesados por los negativos efectos inflacionarios.

Este debate es, desde luego, interesante, pero prescinde de lo más importante y, como consecuencia de ello, más que orientar a los responsables políticos y ciudadanos, generan confusión y desorientación.

Lo cierto es que es imposible delimitar cuál es el momento adecuado para las políticas de expansión monetaria y hasta dónde debe llegar su cuantía si no clarificamos previamente los destinos de la misma.

En ocasiones, la expansión monetaria se utiliza para financiar el déficit público. A pesar de las enormes resistencias que esto genera en el momento actual en Europa. Desde un punto de vista conceptual, no creemos que deba ser una opción rechazable en todo caso. En teoría, puede ser una alternativa lógica para la financiación de un déficit público necesario evitando los costes y la dependencia del mercado financiero que supone la emisión de deuda pública, especialmente en coyunturas como la actual en las que la incertidumbre e inestabilidad de los mercados financieros no recomiendan en absoluto depender de los mismos para el desarrollo de las políticas presupuestarias. Sin embargo, las precauciones al respecto existentes en Europa entendemos que son razonables, dados los riesgos implícitos en estos procesos, especialmente en entornos plurinacionales como el de la Eurozona.

Pero, como sabemos, el destino fundamental de los recursos de la expansión monetaria no es lo que autores como Krugman de forma repetida definen como «el impulso de la actividad económica». El destino habitual de estos recursos es el sistema bancario. Y el procedi- miento habitualmente utilizado para dicha expansión son los préstamos de los bancos centrales a la banca privada.

Y aquí radica el gran problema de estas estrategias. Destinar recursos a la banca privada y destinarlos a la reanimación del crédito y de la actividad económica son conceptos claramente diferenciados y la confusión entre los mismos nos incapacita para una valoración seria de estas políticas.

Lo cierto es que, en períodos de crisis -y muy especialmente en crisis financieras como la actual- los grandes bancos receptores de los recursos aportados por los bancos centrales tienen una tentación irresistible de destinar estos fondos a finalidades que no tienen nada que ver con la reactivación económica. Como son la inversión en deuda pública de otros países, en materias primas, etc. Y la acumulación de reservas de liquidez.

Esto significa que una cuantía sustancial -claramente mayoritaria- de los recursos de la expansión monetaria no finalizan en la economía real sino que quedan remansados en los balances de los bancos, destinados a actividades especulativas o a inversiones no productivas.

Como referencia para hacernos una idea de la dimensión de este problema, veamos la relación entre expansión monetaria e incremento de las reservas bancarias líquidas excedentarias en USA durante la actual crisis, según datos aportados por la Reserva Federal USA y la Reserva Federal de St. Louis

Como vemos, la base monetaria USA desde el inicio de la expansión en 2010 se ha incrementado en 2,4 billones de dólares y las reservas bancarias líquidas excedentarias se han incrementado -siguiendo una evolución claramente paralela- en 1,8 billones. Aunque ello precisa un análisis más detallado, parece evidente que esto constata la realidad conocida de que el conjunto de la expansión monetaria, simplemente, «no está llegando a la economía real», eufemismo para reflejar que, sencillamente, el sistema bancario se está ilegítimamente apropiando de unos recursos ingentes (recordemos que 1,8 billones es el 12% del PIB USA) aportados por el conjunto de la economía real USA.

Durante el período 2009-10 todavía algunos responsables políticos se atrevían a manifestar su «sorpresa» o incluso su «indignación» por el hecho de que estos recursos aportados a los bancos no hubieran llegado a la economía real. Los años pasaron y quedó evidenciado que no se trataba de ninguna sorpresa. Que, en realidad, el objetivo fundamental de la expansión monetaria tiene poco que ver con el estímulo de la economía al que tanto aprecio dicen tener economistas como Paul Krugman. La realidad es que el objetivo no es otro sino salvar a unas determinadas entidades bancarias en dificultades.

Prescindir del análisis de estos elementos esenciales en las políticas de expansión monetaria es, en realidad, intentar esconder bajo atractivas apelaciones al «estímulo económico» un gigantesco trasvase de recursos de la economía real a la economía financiera, trasvase que está desangrando USA y, en menor medida, a Europa.

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