Análisis | Cambio de paradigma en la prensa
Medios de comunicación, la gaseosa de la gente rica (y lista)
De momento solo se sabe que el emblemático “Washington Post” está ya en manos de Jeff Bezos. Lo que no se sabe bien es qué tiene el fundador de Amazon en la cabeza, qué piensa hacer con el periódico; si se trata de un divertimento o si realmente pretende dar un vuelco a su nuevo negocio y, con ello, a un sector necesitado de una reinvención, de una reconversión, de un renacimiento o de todo ello a la vez
Iñaki SOTO Director de GARA
El dicho popular afirma que «los experimentos, mejor con gaseosa». Aunque a primera vista 250 millones de dólares (190 millones de euros) pueda parecer demasiado dinero por un refresco, lo cierto es que la compra del «Washington Post» por parte del fundador de Amazon, Jeff Bezos, es una ganga. Para él tan solo supone un poco más que el coste de una soda para un trabajador corriente. El montante, pagado de su propio bolsillo y en efectivo, apenas es un 0,1% de su fortuna y, sin embargo, le permite experimentar en un terreno que considera vital para la democracia y las libertades, como es el periodismo.
Esa sea quizás la parte más interesante de la carta que Bezos envió a la redacción del diario al hacer oficial la compra: «Por supuesto, habrá cambios en el Post durante los próximos años. Esto es esencial y ocurriría con o sin cambio en la propiedad. Internet está transformando casi cada elemento del negocio de las noticias (...). No existe un mapa y trazar un camino hacia adelante no será fácil. Necesitaremos inventar, lo que significa que necesitaremos experimentar».
Esta parece la principal diferencia entre esta adquisición y otras del estilo. Esta misma semana el magnate John W. Henry II, dueño del Liverpool F.C. y del equipo de Beisbol Red Sox de Boston, entre otros muchos negocios, hacía efectiva la compra del «Boston Globe». Esta cabecera pertenecía hasta ahora al grupo editorial del «New York Times», que la ha vendido por apenas 70 millones de dólares. Otra ganga. La revista «Newsweek», que hasta 2010 fue propiedad del «Washington Post» y que en 2012 sacó su último número en papel, ha sido vendida también esta semana a International Business Times (IBT) Media, una compañía de conteni- dos en internet, aunque aún no se sabe el precio de la operación.
Grandes magnates como Warren Buffet también han entrado en el negocio de los medios de comunicación. Otros ejemplos podrían ser Silvio Berlusconi y Rupert Murdoch, aunque en estos casos sus negocios siempre fueron los medios de comunicación, al menos hasta que, en el caso del primero, su negocio fue la propia Italia y, en el del segundo, la región conocida como Commonwealth.
Lo cierto es que modelos como GARA, fundados y financiados por una comunidad, son la excepción, no la regla. Lo común es que los dueños de los medios sean ricos. Es más, los datos indican que los medios están cada vez en manos de menos personas y que estas cada vez son más ricas.
En cierto sentido, el clan de los Graham, que ha comandado el «Washington Post» durante cuatro generaciones, o el de los Sulzbergers, que tras cinco generaciones sigue sosteniendo el «New York Times», son ejemplos de ricos que, a medio camino entre la filantropía y el negocio, han construido grandes imperios mediáticos.
La diferencia respecto a otros magnates como Murdoch es que sus medios no han sido meros instrumentos para acumular influencia y poder. En cierta medida, han mantenido una prudente distancia sobre la redacción, dejándole cierta autonomía para poder hacer periodismo profesional y de calidad. Todo ello, evidentemente, en el marco de la cultura política de Estados Unidos.
En definitiva, que lo excepcional de la venta del Post no es tanto que un rico compre un periódico, algo bastante común, sino la percepción de que Bezos puede realmente intentar hacer algo que revierta la caída libre en la que está inmersa la prensa escrita. El precio de venta del «Washington Post» es una clara señal de esa situación crítica.
El precio justo
Si comparamos esta operación con la venta de medios durante la última década veremos que, por ejemplo, Rupert Murdoch pagó 5.600 millones de dólares en 2007 por Dow Jones & Company, la compañía editora del «Wall Street Journal». Más de 22 veces el precio del Post, tan solo seis años antes. También es cierto que en ese mismo periodo pero ya en plena crisis, en 2010, «The Independent» fue vendido al oligarca ruso Alexander Lebedev por el precio simbólico de una libra esterlina (más, evidentemente, un cañón que no ha podido subsanar pero que cubre aún hoy en día).
250 millones puede parecer mucho o poco, pero es más del doble de la tasación realizada por la agencia Standard & Poors, que consideró que el precio del «Washington Post» era de entre 50 y 85 millones de dólares.
En realidad, Bezos no compra la infraestructura del diario capitalino, ni su equipo humano, ni siquiera sus deudas presentes o futuras. En realidad paga por una marca que es a la vez un icono y un legado, un bien intangible cuyo precio es difícil de estipular pero que, probablemente, sea lo más difícil de lograr en un negocio.
Bezos podría haber montado su propio periódico por menos dinero, fichando a los mejores periodistas (incluidos los del «Washington Post»), con mejores infraestructuras y aprovechando la logística de amazon.com, probablemente la mejor red comercial del mundo. Lo mejor de todo, podría haberlo montado libre de inercias, de deudas -no solo económicas-, de peso muerto. Pero al comprar el Post como legado, como institución, como marca, Bezos se hace propietario de sus valores, de su credibilidad. Por eso en su carta a la redacción reivindicaba esos valores que ha construido y defendido la familia Graham y prometía defenderlos a capa y espada. Esta es una de las grandes paradojas que vive la prensa escrita actual: sigue teniendo un plus de credibilidad frente a otros medios, pero es incapaz de monetarizar esos valores.
Varios analistas consideran significativo que Bezos haya hecho la compra con su propio dinero, sin mezclar a Amazon y, por lo tanto, reservándose el derecho a perder «pasta», sin necesidad de rendir cuentas a accionistas. Esto le da una ventaja competitiva sobre otros medios como «New York Times». Pese a haberse convertido en el diario global de referencia y haberse adaptado razonablemente bien a los retos de internet, no ha ofrecido dividendos a sus propietarios y accionistas desde 2009.
En este sentido la alternativa, además de los medios comunitarios, es «The Guardian», financiado por una fundación destinada a sostener al diario. El problema es que, a pesar de su éxito editorial, de su internacionalización y su desarrollo en internet, el diario londinense pierde más de 100.000 libras al día, lo que pone en duda su viabilidad. Es cierto que con ese colchón han experimentado y evolucionado, pero siempre manteniendo la referencia -y el peso, el coste- del papel. Este es otro de los elementos que diferencia a la operación de Bezos. Él no proviene de la prensa, sino de internet. Es decir, viene del futuro, no del pasado, por muy glorioso que este haya sido.
Un juguete para jugar
La primera reacción de muchos al conocer la noticia de la compra del Post fue compararla con los nuevos ricos que se compran un equipo de fútbol. [También hubo quien calculó que la compra del «Washington Post» era el equi- valente a cuatro fichajes de Asier Illarramendi por parte del Real Madrid o a alrededor del doble de lo que está pujando por Gareth Bale, lo cual puede sonar demagógico, pero ofrece una balanza digna de ser valorada].
Sin embargo, Bezos tiene sus propios hobbies de rico, excéntricos como pocos, entre los que destacan una empresa de exploración espacial y fabricar un reloj que funcionaría autónomamente durante 1.000 años.
Pero en su terreno, en internet, y cuando hablamos de negocios, el fundador de Amazon es conocido por su auda- cia y su visión de futuro. Todo indica que el Post no es un hobby para él, que quizá sí quiera jugar un poco, pero no por ludismo, sino con la intención de darle la vuelta al negocio de la prensa, tanto en beneficio propio como del periodismo.
Por muy listo que sea, por mucho dinero que tenga, no está garantizado que acierte, pero es cierto que tiene condiciones y opciones como ningún otro ha tenido antes. A su favor está la red y su producto estrella, el Kindle.
Al igual que Amazon, esto puede tener un efecto perverso, dejando en el camino muchos cadáveres. Pero si es capaz de ofrecer un modelo viable y mínimamente abierto, los medios podremos tener una referencia que piratear. No quizá los que tienen 5.000 millones de deuda o los que pierden decenas de millones al año y son financiados por gobiernos o italianos, que corren el peligro de ser el juguete, en este caso sí, de un nuevo rico egocéntrico o de un lobbista con aspiraciones.
En conclusión, a falta de certezas, analizando los indicadores, creo que es mejor ver esta botella de gaseosa medio llena.
Bezos está considerado liberal en lo social y conservador en lo económico. Por ejemplo, financió una campaña en favor del matrimonio entre personas del mismo sexo con 2,5 millones de dólares. La mayor parte de sus donaciones han ido hacia los demócratas, pero ha ejercido presión para paralizar subidas de impuestos.
Jeff Bezos (Albuquerque, 1964) es el fundador de amazon.com, dedicado a la venta por internet, primero de libros y luego de multitud de productos. La compañía que revolucionó el comercio en internet tiene su sede en Seattle, y Bezos ha dicho que permanecerá allí. Su fortuna está estimada en 25.200 millones de dólares.