Llega la última entrega de la trilogía Paraíso. La protagonista de «Paraíso: Esperanza» es hija de la de «Paraíso: Amor» y sobrina de la de «Paraíso: Fe». Al principio de la primera entrega y, a modo de introducción, pudimos ver a las tres mujeres juntas, justo antes de que cada una empezara las vacaciones de verano por su lado. La madre se fue a practicar el turismo sexual a las playas de Kenia, mientras la tía aprovechaba el tiempo libre para volcarse en su cruzada católica. En la tercera entrega, la adolescente de la familia ingresa en un campamento de verano pensado para chicas con sobrepeso que tienen como objetivo urgente adelgazar.

Ulrich Seidl ha sabido escoger muy bien a sus gorditas, especialmente a la estelar Melanie Lenz. Ella es muy guapa, pero los kilos de más le confieren unas formas redondeadas que le condenan a la hora de intentar atraer a los chicos de su edad. Por lo tanto, lo tiene muy difícil para vivir el soñado primer amor en sus vacaciones de verano. Una vez en el campamento, a quien seducirá con su inocencia es a un doctor que podría ser su padre, con todo lo que de frustración y dolor le acarreará esa relación desigual e imposible.

Ella es víctima de una sociedad que impone el culto al cuerpo a la vez que incita al consumismo desde la más tierna edad. Para una menor la recepción de mensajes tan contradictorios acarrea problemas psicológicos que reciben tratamientos no menos crueles.

En lugar de disfrutar de su período vacacional, la chica es sometida a diario a dietas sádicas combinadas con aburridos y cansados ejercicios físicos. Es como si la castigaran por el consumo de grasas saturadas, que son legales y se anuncian a todas horas y en todos los medios. ¿Esto es vida?