La primera escena de Fruitvale Station  nos devuelve a la memoria aquellas impactantes escenas grabadas a través de varios móviles y en las que se mostraba la descarnada imagen vivida en la estación Fruitvale de Oakland en el transcurso de las primeras horas del recién iniciado 2009 y que derivó en el asesinato a sangre fría de un joven afroamericano a manos de la policía.

Aquella secuencia que recorrió internet como un reguero de pólvora, adquiere una nueva dimensión en la gran pantalla en este debut tras la cámara del estadounidense Ryan Coogler el cual ha querido atrapar en imágenes el último día que Oscar Grant compartió con los vivos y que derivó en ese fatal viaje en tren que compartió con su compañera y amigos mientras se disponía a celebrar el Año Nuevo en San Francisco. Coogler alterna el pasado y el presente del protagonista en este recorrido a contrarreloj que nos revela la vida de un hombre que quiso dejar atrás a sus fantasmas del pasado para reiniciar una nueva vida en compañía de su compañera y de su pequeña hija. En este paseo sin retorno, la cámara capta secuencias cruciales que ayudan a entender las emociones de Oscar Grant y entre ellas cabe destacar la secuencia que el protagonista comparte con su madre durante su última estancia en prisión y que culmina sin un abrazo redentor.

Michael B. Jordan compone con acierto un rol bien elaborado y acorde con el buen pulso de una narración en la que no resulta fundamental el consabido y trágico final sino los puntos suspensivos que se asoman al final de la proyección.