Está previsto que las dieciocho personas detenidas en la redada contra Herrira declaren hoy ante el juez Eloy Velasco, un trago que sus allegados afrontan con menos angustia tras oír a sus abogados de confianza que los arrestados han recibido un trato «correcto». No han sido incomunicados, han podido ser asistidos por sus letrados y se les ha respetado el derecho a no declarar. Lo que debería ser una secuencia normal en cualquier operación policial, incluso en una tan lesiva para los derechos y libertades, constituye un hecho casi sin precedentes y desmonta los seudoargumentos esgrimidos durante años para defender la incomunicación. Aplicarla ha sido siempre una decisión política con unos objetivos muy claros.

A la espera de lo que ocurra en Madrid, en este país la movilización está siendo constante desde el mismo instante en que se conoció la noticia. Si el lunes hubo una vigilia permanente ante las sedes allanadas y el martes centenares de personas asistieron a una de las ruedas de prensa más multitudinarias de los últimos tiempos, ayer hubo comparecencias en Bilbo, Donostia e Iruñea para presentar sendas iniciativas de denuncia y solidaridad. Así, rostros conocidos de ámbitos como la cultura, la política o el deporte se han comprometido a continuar con el trabajo de Herrira y han animado a participar en la movilización que se llevará a cabo mañana en cada pueblo y ciudad de Euskal Herria, en el marco de Irekialdia. Asimismo, la mayoría sindical ha convocado concentraciones ante los centros de trabajo mañana a mediodía, y desde la capital navarra partidos, organismos sociales y sindicatos han instado a dar una respuesta «amplia y decidida» a este ataque.

El modo en que se va configurando la respuesta a la operación policial demuestra que Herrira, su filosofía y modo de trabajar, han calado profundamente en la sociedad vasca. Más allá de siglas e inercias, se está conformando la respuesta que exige la gravedad del envite; masiva, plural, la respuesta de un pueblo.