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Raimundo Fitero

Embozados

 

El tratamiento dado en las televisiones mexicanas, y en los medios de comunicación en general, a los altercados producidos el día 2 de octubre tras la gran manifestación en recuerdo de los cuarenta y cinco años de la matanza de estudiantes en la plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco nos coloca una vez más ante lo que es la información y la manipulación o desvío de atención. Lo grande, lo majestuoso, lo impresionante fue la Manifestación que se realiza cada año y esta vez convocada en recuerdo de aquella matanza, con portadores de la pancarta que ya vivieron los hechos en primera persona en 1968.

Una manifestación por una educación universal, pública y de calidad, que se recargaba de sentido, memoria y actualidad debido a que en la capital hay una acampada de miles de profesores de diferentes estados de México protestando por la nueva ley puesta en práctica por Peña Nieto. Una protesta que diariamente convoca manifestaciones y hace acciones de presión al gobierno que alteran el tráfico y ha creado una cierta tensión ciudadana que bien manejada desde los medios va creando una crispación que puede acabar en cualquier cosa. Lo estoy viviendo en directo. La ciudad, los lugares emblemáticos estaban blindados. Calles, avenidas, bulevares cerrados desde muchas horas antes por miles de policías. Las estaciones de metro cerradas. Es decir, había medidas de sobra para contener cualquier contingencia.

Pero de repente aparecieron los embozados, los autodenominados «anarquistas», que con cierta facilidad sospechosa llegaban hasta las barreras de policías y les lanzaban cócteles molotov, piedras, les daban con palos y barras de hierro. Y después venían las cargas, la agresividad policial, pero esos enfrentamientos daban material para las televisiones. El porcentaje de minutos informativos dedicados a los altercados copaban la realidad, la manifestación pacífica, grandiosa, vindicativa. Se señala que esos «anarquistas» son infiltrados, grupos creados desde dentro. A pensar un poco. O a rezar a la virgen del Pilar que ha aparecido un grupo raro, muy raro poniendo petardos en las catedrales. Siglo diecinueve. Pero a Fernández Díaz le va de maravilla.

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