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Ordorika revisa doce canciones enmarcadas principalmente en la década de los setenta

Revisar el pasado y destacarlo mediante un puñado de ítems es una tarea compleja. Situar los arreglos y pergeñar cómo ambientar cada propuesta deviene en una situación comprometida. Finalmente, el disco suena al Ruper de sus primeros años, uniformado canción a canción por su atractiva y enfatizada dicción. Sublime acabado.

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Pablo CABEZA

No parece que el orden de las canciones tenga un especial significado, pero no extraña que el primer tema sea «Sigarrillos amariyos», ya que Ruper vivió con intensidad y relación con Hertzainak esa época, tiempo que representaba un cambio de visionado en la música euskaldun que, paradójicamente, le afectaba también a él, ya que la propuesta general de los ochenta, como ya lo hizo el punk a finales de los setenta en Gran Bretaña, era romper con el pasado, con los solista anquilosados o con los grupos de sonoridad «antigua». No obstante, Ordorika era más joven que el legado a destituir y próximo a la actualidad. En gran medida vivió esos años con relativa armonía y cierta complicidad. En todo caso, no parece que sea una declaración de principios. Entre otras cosas porque Ordorika se centra en «Azukre koxkorrak» más en los sonidos del otro lado de los ochenta que de las décadas próximas. De tal forma, que predominan las canciones y las propuestas más unidas a su juventud, justo los años en los que las vivencias y los sentimientos se pegan para toda la vida.

«Ezekielen prophezia» es una de las canciones más hermosas de Itoiz, pertenece al periodo sinfónico de Itoiz, el más sugerente, y en él se ha fijado el oñatiarra con acierto. La revisión no emula la vaporosidad de aquellos días, pero sí conduce al sonido de finales de los setenta.

Elegir «Sarri sarri» era un riesgo. Un himno festivo pasado a ritmo medio. La canción continúa siendo patrimonio de buena parte de los grupos de romería actuales, por lo que su jolgorio se mantiene en la mente de todos, quizá, por esta razón, es el único intento baldío del disco. Realmente resulta casi inviable imaginarse «Sarri sarri» de otra forma que la revisión que realizaron Kortatu del original «Chatty chatty», de Toots and the Maytals.

En esta navegación ruperiana entre las fronteras de la música euskaldun, antes y después de los ochenta y pocos, sugiere que Ordorika se haya acordado de Koska, banda de Eibar nacida en 1974 y que pasó a la historia en el 76 con un álbum muy estimado internacionalmente (en realidad sus dos grabaciones). Rock clásico y rock progresivo suavizado. De ahí elige Ruper la balada que cierra el disco, «Garraztasuna», composición de Gabi, su guitarra solista. También puede tomarse la revisión como un homenaje a las bandas rock que ya defendían el euskara en tiempos muy difíciles.

Ruper continúa con su mirada hundida en el pasado más intenso. El viaje le lleva hasta el 75, cuando Artola tenía en la calle «Olaxta», un precioso disco de folk sencillo. Ruper prescinde del peso de la armónica del original. Un álbum donde Antton Valverde tocaba el ¡Moog! La letra es una historia preciosa de pescadores y un perro que muere entre las aguas. La revisión mantiene el candor y la luz baja.

No va muy lejos en el tiempo nuestro intérprete, ya que con Errobi y «Kampo» Ruper acude de nuevo al rock euskaldun neoprogresivo de los setenta. «Kampo», del disco «Gure lekukotasuna», 1978) pertenece a los días siderales de Errobi (gratificantemente pioneros del rock en euskara), cuando Duhalde lucía una espesa barba y pelo largo y ambos unos buenos pantalones de campana. Seduce Ruper con la toma, con su profundo y metálico tono.

Espléndido se muestra Ordorika versionando «Emazurtz», la canción con la que Oskorri abría en 1976 «Gabriel Arestiren oroimenez». Tiempos de injusta incomprensión para Oskorri tanto por la apuesta con Gabriel Aresti como por estar en la multinacional CBS. Gran momento.

La intuición nos indicaba al conocer el proyecto de versiones que no faltarían Xabier Lete y Mikel Laboa, y aquí están. El primero revisado con «Ixarren hautsa», canción del 76 que, entre otros, también ha sido tratada por el propio Laboa, Ken Zazpi o Mikel Urdangarin.

Con Mikel Laboa Ruper viaja de nuevo a los setenta, a 1974, cuando Laboa grababa el excelente «Bat hiru» para Herri Gogoa, reeditado en el 85 en vinilo por Elkar y en el 89 en cedé. Hermosa y lánguida canción folk que Ordorika interpreta con semejante atmósfera a pesar de los arreglos y el sonido de una banda actual. Momento notable con tintes de tristeza y con la guitarra rotulando ecos, ensimismamiento.

Ordorika vuelve a los ochenta indagando en el profundo repertorio de Delirium Tremens. En «Nahia», canción del 87 que aparecía en el disco compartido con Zarrapo titulado «Hemen denak berdinak dira», el cantante se pone en la piel de Andoni Basterretxea. Le toma el giro de desgana en la voz, los ademanes de desencanto tonal, justo el punto de personalidad de la original banda de Mutriku.

De vuelta al pasado, «Ama Euskadi» homenajea a Etxahun Iruri, un prolífico autor xiberotarra cuyo legado, en parte, puede escucharse, en «Etxahun 1907-1979».

Camino del final Ordorika sorprende con la revisión que realiza de «Non duzu zauria», del disco» Ez gara galdu», de 1994 y perteneciente a los navarros Balerdi Balerdi. Lo cierto es que el cantante que masculla cada palabra se lo pone muy difícil al original, al punto que la supera.

Con los setenta como referente existencial, el músico de Oñati concluye un emocionante repaso al pasado lejano.

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