Coincidiendo con el debate presupuestario en el Congreso, el Banco de España regaló ayer al PP la noticia de que el Estado español ha salido de la recesión en el tercer trimestre de este año, al crecer un 0,1% después de nueve trimestres consecutivos de caída. Un paupérrimo dato al que el presidente Mariano Rajoy se aferró para sostener que la economía española ha iniciado su recuperación.

Sin embargo, aun siendo cierto que rompe una pésima tendencia, esa cifra macroeconómica no significa nada en sí misma y no se corresponde con la realidad que viven la mayoría de los ciudadanos y ciudadanas, cuyas condiciones de vida permanecen invariables o, si acaso, han empeorado. En las últimas semanas han proliferado los discursos tendentes a hacer creer que el final de la crisis está cercano, con intervenciones tan ignominiosas como la efectuada por Emilio Botín, quien afirmó que el dinero estaba entrando a espuertas en el Estado. Por supuesto, ni ese dato es cierto, al menos en lo que se refiere a la economía productiva, otra cuestión es el dinero destinado a la especulación, ni hay motivos para pensar que la crisis toque a su fin.

Desde el estallido de la burbuja inmobiliaria y financiera hace seis años no es la primera vez que el PIB español repunta después de varios trimestres en números rojos, pero eso no es garantía de nada. Sin ir más lejos, en 2011 su economía creció un 0,1% y los dos años siguientes han sido pésimos en todos los parámetros mensurables. Asimismo, aun en el caso de que el repunte se mantuviera en los próximos trimestres, solo un crecimiento sostenido y superior al 2% permitiría revertir la pérdida de empleo, principal lacra del Estado español, donde millones de personas acumulan años sin trabajo remunerado y sin prestaciones sociales. El PP sabe que la crisis y sus consecuencias van para largo, y los mandatarios de Hego Euskal Herria harían bien en tomar nota y adoptar las medidas necesarias para dejar de verse arrastrados como hasta ahora.