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Xabier Silveira Bertsolari

Desnudo integral

Lo que digo es que llegados a este punto, el que ellos y ellas sigan dentro como si nada hubiera pasado fuera, no me parece ni medio normal

Desconozco la legalidad vigente en lo tocante a publicar en prensa primeros planos de genitales humanos. Y reconozco que no es excusa. Reconozco también no ser inmune a la estupidez dominante; yo también tengo complejos, también a mí me incomodo el concepto que tiene de mi cuerpo el espejo. Pero todo es posible en estas asimétricas provincias y va a resultar -el espejo- no ser lo único que al buscar yo en él, de lo que soy mi fiel reflejo, proyecta cualquier cosa excepto el armazón de huesos y pellejo que yo me creo. Pero hoy no pienso ser preso de -¿es por volumen o es por peso?- preso de eso.

Me gustaría que se entendiera que si se está retrasando lo gordo que más abajo encontraréis es simplemente por que GARA no es «Interviú». Poca duda cabe al respecto, creo, pero diré por si cupiere, que de serlo no estarían pensando en cobrarnos por leerlo on-line. Y no es un dardo, es un ejemplo, que hay que decírtelo todo, distraído lector. No es pues esto el «Interviú», no nos enfademos aún, ni soy yo muy amigo de las lentillas de colores, ya sean moradas modernillas o viejas verdes. Las lentillas digo, no busquemos doble significado a lo que solo puede tener uno y no más. Aunque ni menos.

Me está costando, lo sé, pero permitirme un inciso, queridas amigas. Comienzo a tener la impresión de que se me va a acabar la canción antes de poder desabrocharme siquiera el pantalón. Es que me lío, y de tal manera me lío que soy capaz de acabar saliendo en la foto vestido. Y hoy no, hoy no toca ropa. Vuelva pues a sonar desde el principio esa tan característica guitarra de Joe Cocker -os juro que tampoco esto es un doble sentido-. Como digo, aunque sin barra ni silla, sin uniforme de velcro ni gorra de policía, en lo poco de partitura que ya me queda, ahí voy. Camisa... ¡fuera! Pantalones... ¡fuera! Calcetines... ¡fuera! Estoy desnudo ya, completamente. ¿No lo veis aún? No apartéis la lente.

Sin entrar a discutir entre si es un acierto salvador o un monumental error, pregunto: ¿Se os ocurrió a todos a la vez el mismo día o seguís todos la misma terapia? De verdad os lo digo, en serio, «egitan», yo también quiero. Siempre he querido, a veces más y a veces menos convencido, pero siempre, siempre he obedecido. Y siempre he creído. ¿Por qué ahora no puedo?

Sin pretender hablar por boca de nadie, sin plantearme siquiera convencer ni mucho menos herir a nadie, por el simple placer y la sofocante necesidad de desnudarme ante quienes hacéis de mí una foto con nombre ¿Cuantas vueltas más hay que darle al tema de sacarlos ya mismo de la cárcel? ¿Acaso no sirve el sistema utilizado en la calle? Nosotros, como movimiento político, hemos optado por arrinconar el pasado y así poder ser parte de la sociedad que nos había, prácticamente, acorralado, si no encerrado. En nosotros mismos, pero encerrado. Y para salir accedimos a hacer, decir y firmar todo aquello que siempre prometimos no hacer jamas. No, no, no estoy diciendo que esté mal, hasta reconozco que ahora se vive feno- menal. Lo que digo es que llegados a este punto, el que ellos y ellas sigan dentro como si nada hubiera pasado fuera, no me parece ni medio normal.

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