La dura vuelta a la realidad tras la ilusión de un sueño agotador
Durante toda la jornada de ayer regresaron de Manchester la práctica totalidad de los aficionados de la Real tras estar la gran mayoría más de 26 horas sin parar. Si la ilusión era la predominante en la ida, el cansancio, la satisfacción y la amargura de la derrota marcaron la vuelta.
Joseba ITURRIA
El aeropuerto de Manchester se convirtió tras el partido en el lugar al que se trasladó la marea blanquiazul. Miles de aficionados se concentraron en la terminal de salidas y muchos tuvieron que esperar allí horas para coger el avión porque la mayoría de los 23 vuelos charters fletados tenían la vuelta concertada tras el partido desde allí y con el mismo destino, Gasteiz, y hubo que escalonar todos los vuelos. Hasta el que trasladaba a los jugadores, que fue de los últimos en llegar, aterrizó a las seis de la madrugada con problemas para los que habían facturado el equipaje.
Si durante todo el día era un placer ver la ilusión reflejada en el rostro de los aficionados, cuando llegó la noche las caras solo trasmitían cansancio y frustración por la amargura de la derrota. La gran mayoría se había levantado a las tres o cuatro de la mañana y llegaron a la cama 26 horas después y algunos, que solo habían conseguido un día libre para el viaje, tuvieron que desplazarse al trabajo nada más llegar a casa.
Y eso los que tuvieron la suerte de volver a Gasteiz sin problemas la misma noche del partido, porque grupos de aficionados tuvieron problemas con su avión y se quedaron colgados en dos aeropuertos y los aficionados que no podían costearse un vuelo y se desplazaron en autobús a Manchester se pasaron más de 40 horas en dos días en la carretera. Con el mismo objetivo otros muchos buscaron aeropuertos en todos los lugares que uno se puede imaginar para conseguir billetes de vuelos baratos y también resultó duro su regreso por carretera.
Comportamiento ejemplar de los ingleses
Pero dentro de la dureza por el cansancio y por la derrota quedaba un poso de satisfacción que compensaba las energías y los más de 600 euros que de media se pudieron gastar los desplazados entre el coste del viaje y las libras que se quedaron en Manchester a cambio de agotar sus existencias de cerveza. La fatiga y la amargura no podían enterrar todo lo bueno que vivieron en un día único en el que reiteraron que la afición realista, la sociedad vasca, son ejemplares. Disfrutaron de una jornada única y quedaron maravillados con la grandeza de Old Trafford y del Manchester United, que tuvo un comportamiento excepcional en todas las facetas.
El club de Manchester respetó como pocos la identidad especial del pueblo que le visitó y se llevó sus buenas críticas porque en el programa del partido aparecía recogida la realidad nacional de Euskal Herria, con sus siete herrialdes, en la que diferenciaba a los jugadores vascos realistas, de los españoles y los franceses. Su comportamiento con la gente fue mucho más allá. Los seguidores blanquiazules fueron recibidos con un mensaje de bienvenida en euskera y castellano en un cartel situado en su zona y tanto antes como después del encuentro se agradeció su actitud porque no hubo constancia de un solo incidente protagonizado por los miles de aficionados que se desplazaron.
Gracias a ese comportamiento y a la buena relación con los ingleses, en el campo no cumplieron su amenaza de expulsar a los muchos aficionados realistas que compraron sus entradas en zonas de seguidores del Manchester. Algunos incluso estuvieron con su camiseta realista. Cualquier empleado del club se desvivía por solucionar cualquier problema que se les planteaba.
Los policías estaban impresionados con la marea blanquiazul y respondieron con la organización de la kalejira de una manera ejemplar y casi se divertían tanto como los propios aficionados. Porque en el fondo subyacía un agradecimiento mutuo. No es normal que unos policías traten tan bien a unos aficionados vascos y que entre miles de seguidores de un club de fútbol no haya uno solo que plantee un problema serio.
Los coches que fueron detenidos por la kalejira saludaban y apoyaban, muchos serían del City, a los aficionados blanquiazules. Quitando el jeta del bar que subió a cinco libras (más de seis euros) el precio habitual de tres de las birras de cerveza, también el comportamiento de los establecimientos hosteleros de Manchester fue ejemplar. Como resultó maravilloso vivir el ambiente de Old Trafford y ver en directo a la Real enfrentarse a un Manchester que presentaba a jugadores como Giggs o Rooney. Todo eso no lo puede borrar de un plumazo una derrota. Lo bueno que vivimos los 6.000-8.000 de Manchester no lo vamos a olvidar nunca.
Una fotografía en la que dos bobbys sostienen una banderola con el lema «Euskal Presoak Euskal Herrira» ha sido la más difundida a través de las redes sociales. Los bobbys estuvieron muy amables con los aficionados, que correspondían atendiendo su petición de mantenerse en los lugares que se lo solicitaban. Bromeaban, se prestaban a todo tipo de fotografías y fruto de esa buena relación surgió esa foto con una banderola que luego fue retirada a los que las portaban en el estadio por los encargados de la seguridad. Joseba ITURRIA