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Iker Casanova Alonso | Escrtior

Transición

Debido a su particular configuración económica y política, Europa ha sido, entre las áreas desarrolladas, la más afectada por la reestructuración de la economía mundial y por la crisis global. Ante el deterioro de la situación, el Centro económico europeo, ese arco que se extiende desde el sur de Inglaterra hasta el norte de Italia, abarca la gran producción industrial tecnificada e incluye los centros financieros de Londres, Frankfurt y Milán, impone su dominio a los demás. Este área central, representada por Alemania, ha usado la deuda como arma para aplicar a la periferia (bajo amenaza de hacer quebrar a los gobiernos díscolos) un programa de transición económica basado en el desmantelamiento de la protección social para liberar recursos y destinarlos a pagar a sus bancos, al tiempo que impone a los países sometidos una regresión en su modelo productivo hacia actividades de bajo valor añadido (eliminación de la competencia).

Las medidas tomadas por el Gobierno Rajoy responden a la ejecución de ese plan. La protección social se destruye recorte a recorte, las pensiones bajan, los salarios retroceden y crece la desigualdad y la pobreza. La I+D se desmantela y la universidad se enfoca a educar a una reducida casta dirigente. Las actividades económicas reservadas para el Estado español son la exportación de productos baratos y el turismo, mientras el capital extranjero premia la sumisión con inversiones especulativas en la bolsa y el sector inmobiliario. Esto abre una etapa en la que se augura un mínimo crecimiento, que será absorbido únicamente por la élite mientras la población sigue empobreciéndose, y en la que la tasa de paro de una economía colapsada se mantendrá en torno al 25%. A esto lo llaman recuperación.

En ese escenario Euskal Herria puede estar un poco mejor que el resto del Estado, aunque cada vez nos acercamos más. Algunos se conformarán con ser cabeza de un ratón cada vez más famélico y enfermo pero esta vía no tiene futuro. Euskal Herria necesita plantear su propia transición de modelo productivo, un salto hacia delante y no hacia atrás.

Aparte de su ideología conservadora, el PNV adolece de dos graves defectos en su política económica. Por un lado, insiste en hablar de la resolución de la crisis y de la cuestión del estatus político como dos realidades separadas y sin relación. En estos momentos, el principal problema de la economía vasca es la imposición de las nefastas medidas diseñadas desde Madrid y la falta de capacidad competencial para diseñar y aplicar políticas que respondan a nuestra estructura económica y no a la española, que son muy distintas. Mientras en Cataluña el debate sobre economía ha derivado en el debate sobre el estatus político, el PNV insiste en separarlos, de forma errónea desde un punto de vista técnico e inaceptable desde un punto de vista abertzale.

Por otro lado, el PNV asume en su discurso que estamos en una situación crítica, pero su política es absolutamente conformista sin plantear ningún plan de choque para acometer reformas estructurales. El partido que gobierna la parte más grande del país (no hablo ya de UPN, exponente de un simple caciquismo provinciano) además de defender su red clientelar y guiñar el ojo al amigo americano, sigue observando atentamente la situación a la espera de que la recuperación exterior nos dé aliento. Ni siquiera ha sido capaz de aprobar unos presupuestos y solo las necesidades políticas, que no la visión económica, le han llevado a buscar un acuerdo fiscal con los partidos españoles, que además se queda corto y bloquea el paso a la reforma profunda que realmente se necesita.

Es imprescindible actuar con ambición, reaccionar antes de que sea demasiado tarde. Fagor es otra advertencia. Frente a la agenda para una transición involutiva neoliberal debemos ofertar una transición transformadora y progresista. Alemania se ha propuesto que en 2050 el 80% de su producción energética esté basada en energías renovables y consumir la mitad de energía que en la actualidad. No es un país revolucionario, pero detecta sus carencias y pone los mecanismos para solucionarlas sabiendo que solo una acción pública decidida puede lograrlo. Euskal Herria importa toda la energía que consume y su modelo industrial es intensivo en su uso. La Transición Energética debe ser uno de los grandes proyectos nacionales para que este país pueda hacer un uso racional y sostenible de la energía. Es una de las transiciones necesarias.

El de la energía no es el único espacio en el que es necesario un profundo cambio de paradigma. Necesitamos también una transición hacia la Soberanía Alimentaria para basarnos en un modelo endógeno, saludable y ecológico, que fortalezca el sector primario. Necesitamos una Transición Ecológica. Necesitamos una Transición Tecnológica, dotando al sistema productivo, hoy mayoritariamente de un perfil tecnológico bajo o medio bajo, de la base técnica necesaria para la eficiencia y la producción de valor añadido. Para ello es necesaria una ingente inversión en educación, en universidades, en I+D+I, que a día de hoy no se ve por ningún lado. Necesitamos una Transición Social para convertir a los trabajadores en el eje del proceso productivo y garantizar sus derechos y bienestar haciendo de las personas el objetivo de la actividad económica y no, como ahora, un elemento instrumental y subordinado al beneficio de unos pocos. Necesitamos una Transición Política que permita a este país decidir su futuro y nos dote de los instrumentos para poder llevar a cabo estas transformaciones...

Debemos construir colectivamente un programa de cambio concreto y definido, sector por sector. ¿Dónde queremos estar en 2030 o 2050, en el ámbito de la energía, la investigación o la protección social?, ¿Qué proponemos para lograrlo? ¿Cómo se financia? Lo ideal sería que en cada ámbito se diera un debate social, se trazara un plan de transición y se dotara a ese plan de los recursos económicos necesarios. Porque los recursos para financiar estas políticas existen. La administración puede reorganizarse para optimizar el gasto. Se pueden solicitar créditos especiales. Se puede abandonar la desquiciada política de infraestructuras y emplear esos recursos donde sean útiles. Se puede impulsar una reforma fiscal profunda. Se debe renegociar el Cupo... Es cierto que el país está fragmentado y falta soberanía, pero hay que activarse ya dentro del margen de lo posible y en reivindicación de lo necesario. De otra manera España es nuestro horizonte.

Ante la multicrisis necesitamos una transición múltiple: Ecológica, Tecnológica, Económica, Social y Política. La actual correlación de fuerzas augura que quizás no sea posible hacerlo a corto plazo desde las instituciones. Aunque algunas de ellas pueden ponerse al servicio de esta agenda de cambio, en la medida en que la izquierda puede acceder a su gestión, el movimiento popular debe tener un papel clave a la hora de desarrollar proyectos que avancen este nuevo modelo socioeconómico. Primero planteando el debate y después, si las instituciones no desarrollan las políticas adecuadas, articulando mecanismos de presión e incluso de materialización de proyectos renovadores. Hoy en día se están multiplicando las dinámicas basadas en una filosofía alternativa: redes de consumo directo, economía social, nuevos modelos cooperativos, proyectos de soberanía alimentaria, supermercados ecológicos, consumo energético responsable, banca ética, economía desmonetarizada o con moneda alternativa, auzolan... Todos esos proyectos se están articulando en una red informal que va siendo capaz de satisfacer cada vez más necesidades económicas desde nuevos parámetros y que está llamada a jugar un papel creciente.

La gente necesita trabajo, servicios sociales, ayudas públicas, una pensión digna... y lo necesita ahora, para vivir. No se les puede ofrecer una solución instalada en un futuro lejano e intangible. Debemos permitir visualizar a la sociedad qué es lo que proponemos hacer de forma inmediata. Propuestas que tienen que partir de lo posible a día de hoy. Pero al mismo tiempo hay que ser consciente de la necesidad de cambios profundos, que requieren otros ritmos. Junto a la demanda de transición a un nuevo modelo productivo, que debe ser un instrumento para la lucha ideológica y referente para el desarrollo de políticas allí donde la izquierda gestiona el poder institucional, es necesario impulsar propuestas de mejoras sociales aplicables en el marco actual así comoreforzar las múltiples iniciativas de economía alternativa que están proliferando. Aunar lo macro y lo micro en una dinámica convergente que gane espacios para la construcción de un nuevo modelo social, económico y político.

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