análisis | dossier nuclear iraní
La población iraní mira escéptica las negociaciones con Occidente
La población iraní acoge con escepticismo las negociaciones que el nuevo Gobierno de Rohani, con la aprobación del líder supremo, está llevando a cabo con Occidente, que insiste por contra que estaríamos ante una gran oportunidad de acercamiento y de cambio. Mientras puertas adentro, el régimen mantiene un discurso incendiario, debe a la vez mostrar ante sus interlocutores occidentales su cara más amable para no perder la oportunidad de remontar una situación económica que, a causa de las sanciones, resulta cada día más insostenible
Pedro MANSALVA | Periodista
La sociedad iraní vive víctima de las sanciones que el régimen de Washington ha ido imponiendo desde la revolución y que aumentaron sobre todo en 1995 y en 2006, con la Resolución 1696 de la ONU contra el programa nuclear iraní. Este bloqueo económico ha ido minando el poder adquisitivo de la población, hasta llegar a una situación en la que el régimen de Teherán se ha visto obligado a mover ficha para mantener un difícil equilibrio dentro y fuera del país.
Por un lado, de puertas adentro debe mantener un discurso incendiario para calmar a las voces más intransigentes del régimen y a la masa de población de la que recibe su principal apoyo. Por otro lado, debe mostrar al mismo tiempo la cara más amable ante sus interlocutores occidentales para no perder la oportunidad de remontar una situación económica que, a causa de las sanciones, resulta cada vez más insostenible.
Como ejemplo, en 2012, en poco más de un mes, el valor del rial frente al euro pasó de 26.000 riales por euro en el mes de agosto a 35.000 riales en octubre, y tan sólo dos días después llegó a los 45.000 riales. Desde la elección del nuevo presidente, Hassan Rohani, parece que la moneda iraní se ha estabilizado y el cambio se mantiene en 40.000 riales por euro.
La población es consciente de que Rohani, como todos los candidatos a la presidencia, es un engranaje más del sistema, y el hecho que sea más o menos «progresista» no significa que haya de producirse un cambio importante, ya que en el fondo cualquier paso que se haga tiene que recibir el beneplácito del líder supremo, Ali Jamenei.
La sociedad iraní es tan compleja como su política. La figura del velayat-e faqih (que se traduce del persa como el gobierno del jurisconsulto y que de forma muy resumida supone la autoridad de un representante religioso a la cabeza del Estado) es la piedra angular de la Constitución sobre la que se sostiene la autoridad del líder supremo y lo que le confiere su legitimidad.
Este concepto, que el ayatollah Ruhollah Jomeini acuñó durante su exilio en Najaf en 1970, ha sido y es motivo de largos debates y desencuentros, hasta el punto de que una parte de la jerarquía religiosa aún cree que Jamenei carece de los requisitos necesarios para ocupar dicho puesto. Todo ello hace todavía más complicado el equilibrio dentro del país.
En un principio, un amplio abanico de tendencias políticas apoyó la revolución para cambiar el antiguo régimen del shah. Una parte de la sociedad tenía puestas muchas esperanzas en ese cambio y confiaban en un giro democrático. Los hechos han demostrado que se equivocaron y finalmente se impuso la tendencia religiosa.
A pesar del apoyo inicial al régimen islámico, en las dos últimas décadas la revolución iraní ha derivado hacia una compleja red basada en el clientelismo entre la élite político-religiosa y los afines al régimen, formado básicamente por miembros de las fuerzas de seguridad, funcionarios y comerciantes que basan su bienestar en la pervivencia del régimen actual.
Este apoyo mutuo es perceptible en las concentraciones promovidas por el propio régimen, como la que se produjo el pasado lunes, un día señalado en el calendario persa (el día 13 de aban).Ese mismo día, en 1964, Jomeini fue expulsado de Irán; en 1978, las fuerzas del shah reprimieron una marcha de estudiantes que acabó con docenas de heridos y víctimas mortales (motivo por el cual fue designado el Día del Estudiante y es festivo en todos los centros de educación); pero quizás la efeméride más significativa se produjo en 1979, con la toma de la embajada estadounidense -«el nido de espías»- y por ello se celebra el Día de la lucha contra la Arrogancia Mundial..
A pesar del momento delicado que está viviendo el país con las negociaciones entre Irán y el G5+1, el pasado 4 de noviembre las fuerzas más intransigentes del régimen hicieron una demostración de fuerza.
Pero aunque el régimen no lo reconozca abiertamente, sabe que está tensando demasiado la cuerda. Sólo hay que salir a la calle y hablar con la gente para percibir que se está rozando el límite de la fractura social.
Este descontento general con el régimen se puede apreciar en cada rango de edad. Por un lado están los que vivieron en primera persona la revolución y que, desencantados, algunos incluso añoran los tiempos del shah (aunque les falla la memoria y no nombran a la SAVAK, la terrible y represiva policía secreta del shah). En otra posición están los que apoyaron y siguen apoyando los ideales revolucionarios, pero que con el tiempo han preferido mantener su apoyo para, simplemente, no perder sus privilegios.
Otro sector de la población vital para el régimen son los héroes y las familias de los mártires de la revolución, muchos de los cuales lucharon en la inútil guerra de desgaste contra Iraq, y cuya fuerza e influencia a nivel ideológico es notable dentro de Irán. Y por último, está esa gran masa de jóvenes nacidos después de la revolución y que no fueron protagonistas, pero que están siendo las víctimas principales de la situación. Tienen menos de 35 años (se estima que representan a más del 60% de la población iraní, que ronda los 76 millones de habitantes), y de ellos, una parte ha emigrado y otra vive con pocas esperanzas de que llegue algún cambio.
Es esta gran masa de población la que preocupa más al régimen, ya que su evidente descontento (que demuestran de modo algo infantil insultando a escondidas a todo religioso que ven por la calle llamándoles «burros» o «perros») es una verdadera bomba de relojería.
De momento, los privilegios del régimen parecen asegurados, pero basta recordar que pocos años antes de la revolución de 1979 nadie podía preveer que se pudiera llegar a producir el brusco cambio de régimen..