El Día de la Memoria arrancó con un olvido ilustrativo. El Gobierno de Patxi López, la presidenta del Parlamento, Arantza Quiroga, los máximos representantes de las JJGG y el de Eudel se reunieron el 24 de mayo de 2010 en Lakua. Jokin Bildarratz, de la asociación de municipios, tomó la palabra y recordó que en esa fecha se conmemoraba el aniversario de que ETA matara al director financiero de «El Diario Vasco», Santiago Oleaga. Añadió que, «intuyendo que podría haber más víctimas», indagó en Internet y encontró que en 1989 el intento de desactivar una bomba había matado a dos guardias civiles y un ertzaina. Para todos ellos tuvo un recuerdo, al que se sumaron el resto de asistentes. Se suponía que la jornada era para recordar a todas las «víctimas del terrorismo sin excepción», pero nadie se acordó de Mikel Merkelanz, taxista de Irun muerto de un tiro en la cabeza por el BVE y que, de hecho, figura en el listado de la Dirección de Víctimas del Ejecutivo autonómico.

El olvido resulta ilustrativo de la intención con la que PNV, PSE y PP decretaron la jornada, fijada para el 10 de noviembre por ser día en el que no hay que lamentar ninguna muerte por motivación política.

Sin embargo, la conmemoración nunca ha sido pacífica. El primer año, las víctimas de los grupos paraestatales dieron la espalda a los actos organizados por el Parlamento y Lehendakaritza. Tampoco Aralar ni EA participaron.

En 2011 se dio un cambio sustancial. Por un parte, Bildu había accedido al gobierno de instituciones como la Diputación de Gipuzkoa, además de a numerosos ayuntamientos. Martin Garitano participó en el sencillo acto organizado en la sede de las Juntas Generales en recuerdo de todas las víctimas. Esa unidad no fue posible en otras instituciones. El Gobierno de López no consiguió que el PP aceptara incluir en el texto una mención a «aquellas personas que sufrieron graves violaciones de derechos humanos fruto de una violencia ilegítima por pate de funcionarios del Estado». Y en el Parlamento hubo dos ofrendas florales, una de la Presidencia, con referencia a las «víctimas del terrorismo», y otra de PNV, Aralar, EA y EB, sin dedicatoria.

El año pasado, Arantza Quiroga, ya en funciones, suspendió el acto, evitando coincidir así con Laura Mintegi. Hubiera sido una bonita foto: la del cambio de paradigma y un relevo en el enfoque. De lo unidireccional, a lo más amplio.

Habrá que ver si este año alguien del PP acude al Parlamento. Su excusa para no apoyar un acto unitario fue la mención a víctimas que consideran «del franquismo». Por contra, ahora sí, dijeron estar dispuestos a incluir a las víctimas de vulneraciones de derechos, durante «la democracia». El requiebro sonó extraño y de difícil explicación. Habrá que masticarlo.

Quizá para la edición de 2014 esté ya digerible. Es una cuestión del PP. Su dirección asegura que la voluntad de incluir a víctimas de vulneraciones de derechos cometidas por funcionarios del Estado es sincera y está tomada. Pero todavía el único acto que organizan, el de Araba, no lo contempla. Hubo marcha atrás. Según cuentan, la posición de la vieja guardia y las manifestaciones de la AVT, intimida. Esperan acontecimientos que les faciliten dar el paso.

Lo cierto, aunque no sea la imagen proyectada, es que EH Bildu no tiene problema en reconocer a todas las víctimas y sumar consensos, y el PP sí.

Las conmemoraciones del Día de la Memoria arrancaron ayer en Portugalete, con presencia de concejales del PSE y PNV y, a destacar, de Patxi López y otros altos cargos de su partido. Se ve que como van a estar ocupados el fin de semana en la Conferencia Política del PSOE, en Madrid, adelantaron la foto. Hoy habrá un acto unitario en Donostia, en previsión de que mañana esté invadida por corredores y corredoras de la carrera que parte de Behobia. El resto de los actos se concentran en la jornada del 10 de noviembre, la establecida oficialmente, aunque todavía se marcan diferencias en torno a la amplitud del concepto de memoria.