Raimundo Fitero
Tonto
Que ningún tonto ni tonta se soliviante. Llamar tonto a José María Aznar es un piropo. Dicho confidencialmente de tonto a tonto, este individuo se entrena. No se puede ser más tonto. Ha llegado a lo más alto. Y le ha ido muy bien. Gana un dinero muy grande por hacerse el tonto, le escriben libros que presenta como si fueran sus memorias, que solamente un tonto de tan alta cualificación se atrevería a defender en esa prosa almibarada en donde cualquier alumno de primero de sicología lo calificaría como una sarta de mentiras. Un Ego pegado a un bigote. Un bigote desaparecido para aparentar todavía una capacidad mayor de tontuna incapaz de lograr por nadie que no tenga ese rango de cuna.
El libro le sirve para volver a aparecer en las televisiones, y es ahí, precisamente, en sus comparecencias televisivas, en donde el personaje se desmonta solo. No es tan fácil estar ante las cámaras contestando preguntas, aunque sean muy sencillas y ligeras de compromiso sin que se note que no ha escrito nada, que no es capaz de decir dos frases en el mismo tono de literatura barata del libro y que es una suerte de complejos acumulados que se revisten de un súperyo comprado en una fábrica de acero toledano para intentar soportarse.
Ni siquiera Felipe González, ni el juez prevaricador y veleta, son capaces de mostrar tanto rencor, egocentrismo defensivo y miedos a ser juzgados desde la limpieza de una memoria al abasto de cualquiera con acudir a la hemeroteca o a YouTube, como este Aznar crepuscular, con ínfulas, un personaje episódico de zarzuela trasnochada, un chulito de tercera que en cuanto alguien le mira en la taberna, se calla y paga la ronda. Pero que le han dado un poder y le han dado una cobertura mediática y política que lo convierten en un sospechoso de estar conspirando contra su propio partido.
De las joyas dichas y escritas nos quedamos con una revelación: la serie «Cuéntame», es una idea suya y pide reconocimiento de autoría. Ahora se entiende todo. Y asegura, sin que nadie le contradiga, que Imanol Arias, Ana Duato y demás fauna del invento, eran asiduos invitados a su mesa. ¿Lo van comprendiendo todo un poco mejor verdad? Tonto.