En la tertulia de mi respiro veraniego tenemos una pelea cuantitativa que nos hace consumir las cervezas a mayor velocidad: ¿Hay más pantojólogos o castrólogos? Se ven más los primeros. Es decir, a las televisiones les importa más lo que sucede con la señora Pantoja, doña Isabel, que con el señor Castro, don Fidel. Lo que pasa es que me aburren soberanamente. Tanto unos como otros. Cuando muera Fidel, veremos qué pasa, y si la Pantoja va a al talego, que le sea breve. Se está practicando de manera abusiva una vez más la rumorología convertida en tesis cuando no en dogma. Es lo que desde hace meses practica en el terreno de la intoxicación política el trío de la bencina, Acebes, Zaplana y Rajoy (por cierto desparecido en pantalla). Otros que me aburren.

Tampoco me divierten los divertimentos de Bertín Osborne y su “Ankawa”, un programa con niños que se emite en horario estelar con mucho buen rollo, pero con un sospechoso trato con los animales. Me pregunto si es normal llevar a un plató televisivo a una avestruz, hacerla mirar a las cámaras y pedir si hay alguien que tenga un macho para aparearla. No es bonito. Y los niños no entenderán las razones por las que es necesario hacerle pasar al animal ese estresazo si con un vídeo se podría conseguir el mismo efecto. Pero claro, el asunto es que entre el animal, éste u cualquier otro, para darle al programa un toque de verdad. Un sueño. Bertín lleva los pantalones atados a la altura de los pezones. Recuerda a Cachuli.

Pero los que me aburren totalmente son los culebrones que ahora se nos presentan. Quizás me entretenga algo Bea, pero los otros me parecen inverosímiles porque no pueden existir tantos hombres y mujeres de edad media, tan guapos, con los cuerpos tan cuidados y que les sucedan tantas cosas a la vez, casi siempre malas. Son de factura impecable, los guiones están bien estructurados, pero siguen sin engancharme. Ni siquiera esas niñas pícaras de un colegio con uniforme tópico de falditas plisadas de tamaño mini, pintorrojeadas como muñecas de la perdición y con camisas cuyos botones están a punto de saltar me divierten. Esto último me lo tendré que hacer mirar. -