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Gara > Idatzia > Jendartea 2006-08-06
Martin GARITANO
La conversación entre «Huesitos» y «Xuxú»
La vida sigue igual (XLV)

En Ur Gain la mesa estaba puesta para diez comensales cuando llegaron los once llamados a cenar. ­A ver cómo es esto. ¿Quién ha dicho que éramos diez?

­Huesitos ha hecho la cuenta.

­Pues si a mí no se me ha olvidado sumar, somos once: cuatro parejas y tres solteros...

Imanol y Tere, la hermana de Arantzazu, se acababan de incorporar al grupo. Sin tiempo de llevar el equipaje a casa, Juanjosito les había presentado a los amigos y guiado hasta la sociedad. Huesitos refunfuñaba:

­Me habréis mareado con que si Simón venía, que si Simón no venía. ¡Hala Sergio! Pon un plato más y asunto zanjado.

Los recién llegados sólo tenían las referencias de los medios de comunicación sobre lo ocurrido en Uriondo. Imanol pecó de imprudencia. Y lo hizo, además, con aire jocoso:

­Pues que conste que nosotros hemos estado a punto de no venir porque Uriondo se ha convertido, de repente, en algo así como el Bronx neoyorkino. Que si ‘el asesino del jamonero’, que si un tiroteo...

La broma, por pesada, cayó como un jarro de agua fría en el grupo. Le respondió su cuñado:

­No seas frívolo, Imanol. Aquí la gente está muy afectada por todo lo que ha sucedido. Y lo de Miguel ha sido la guinda.

La cena discurrió sin pena ni gloria. Simón parecía ensimismado después de haber tratado, en vano, de dar una explicación a lo ocurrido. El barroquismo del sermón no había conseguido disimular una carencia absoluta de argumentos razonables para explicar todo lo ocurrido en el pueblo en los últimos tiempos.

Mila sacó el tema:

­Bueno, habrá que preparar la excursión del sábado. ¿Alguien ha avisado a Josefo?

­Sí. Yo hablé ayer con él y con mi hermana Kontxi. Están deseando que vayamos. Supongo que Josefo estará como un gato enjaulado, sediento de información.

­Bueno, sediento, sediento... por lo que contó tu hermana no es sed lo que pasan él y Joakin.

­Bueno, ya sabes a qué me refiero.

Mila y Sergio quedaron en hacer las compras y preparar toda la intendencia al día siguiente. Gotzon estaría todo el día fuera.

La velada no se alargó demasiado y, camino de casa, Xuxú abordó a Huesitos:

­Luis Mari, ¿qué te parece si nos quedamos a tomar un trago en el Itsasalde y charlamos un rato? Tengo varias cosas que me rondan en la cabeza y me gustaría aclararme un poco.

­Bien. ¿Y Miren?

­Tranquilo, me ha dicho que está cansada, así que le diré que vaya sola a casa.

Xuxú no sospechaba la razón del cansancio de su mujer.

En la terraza del Itsasalde, ante un gin-tonic primorosamente decorado con sendas rodajas de naranja y limón, los dos amigos abordaron el asunto que les preocupaba:

­No se trata de hablar mal de los difuntos, Huesitos, pero yo creo que Miguel estaba metido en alguna mafia o en alguna mierda de esas. No es por seguir las habladurías, pero observo que cada uno de nosotros sabe algo distinto a lo que saben los demás y que, entre todos, podríamos hacer algo de luz en el asunto.

­Mira, yo lo único que sé es que Miguel frecuentaba un par de puticlubs de Eibar. Yo me lo he encontrado varias veces con chicas y en compañía de tipos poco recomendables.

­¿Qué significa ‘poco recomendables’?

­Bueno, a alguno de los que estaban con él yo ya lo conocía. Había uno que tiene una casa de putas en Bilbao. Un tal Salazar. Yo creo que se dedica a todo lo que suene a ilegal. Por eso le tenía ojeriza a Miguel. Me parecía que Lurdes no se merecía un putero por marido.

­A mí me consta que el sobrino de Josefo, el que le mandó a los dos moritos a casa, ha estado detenido, por lo menos, en dos ocasiones. Una vez le cogieron con droga y la otra con un coche robado. Lo sé porque una noche de copas, Josefo se me sinceró. Me pidió que no contara nada a nadieŠ estaba muy afectado. Es su sobrino preferido.

­Habrá que hablar seriamente con él. Y con Simón, que es el que ha hablado con el juez y con la Policía.

­Sí. Además, Simón también ha hablado con la familia de Miguel.

­Yo iré mañana a visitar a Lurdes. A ver qué me quiere contar...

Los dos amigos se despidieron. Al llegar Xuxú a casa, Miren seguía despierta, en la cama, tratando de concentrarse en la lectura de una novela. La relación con Sergio le empezaba a obsesionar y aquel había sido un día de emociones. De dos emociones...

­¿Estás despierta? ¡Qué bien! Así podemos...

Miren sintió que le faltaban fuerzas para repetir gimnasia sexual, pero un cierto remordimiento o algo similar la animó:

­Ya te he dicho que estoy molida, Angel, pero si estás muy... te puedo ayudar.

­Bueno. Como dice el refrán, si no hay pan, buenas son tortas...

­Venga, no empieces con bromas. Túmbate. Verás que bien te lo hago.

También en casa de Gotzon y Mila se desarrollaba una escena de sexo. Gotzon había insistido y Mila, en previsión de un día entero para ella y el argentinito, prefirió darle el gusto a su marido.

Y Sergio, en la soledad de una habitación de la casa parroquial sentía que la turbación le iba a volver loco. Eran demasiadas emociones en los pocos días que llevaba en Uriondo. Muertos, mujeres casadas...-

(CONTINUARA)


 
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