Los afectados por el volcán Tungurahua no quieren dejar sus pueblos
PENIPE
Los servicios de salvamento rescataron a 3.200 personas de las faldas del volcán Tungurahua en el cantón de Penipe (Ecuador) en menos de once horas, la mitad durante la gran erupción en la madrugada del jueves. En Palitahua, donde se produjeron las cinco únicas víctimas mortales de la erupción, algunos vecinos salieron mientras la lengua de fuego ya arrasaba parte del pueblo.
Junto al gobernador de la provincia de Chimborazo, Carlos Puente, presente en la casa municipal de Penipe, Salazar explicó que su cantón fue el más afectado por la enorme erupción del Tungurahua, que lanzó una columna de material incandescente de ocho kilómetros sobre el cráter a primera hora del jueves.
«Ya tenemos 4.500 refugiados en Penipe procedentes de los caseríos de la zona», agregó Salazar. A mil de ellos habrá que reubicarlos, pues sus caseríos han quedado arrasados e inhabitables, apostilló.
Puente indicó que, si el volcán se apaga, lo que no está dentro de las previsiones inmediatas, «la tierra tardará en recuperarse al menos cuatro años, posiblemente más».
Pese a las advertencias, la inmensa mayoría de los vecinos asegura que volverán a sus casas cuando la situación de alerta roja cese, pues no conciben el ir a otro sitio. «Aquí no más tengo mi casita y mis animales y también tengo fe en Diosito, que cuando quiera me llevará», manifestó Gerardo Casco, de 86 años, del caserío de Ganzhi, en Penipe. Dentro de la zona evacuada, Casco y uno de sus hijos siguen cuidando sus diez vacas y otros animales.
En el poblado de Palitahua, el paisaje es dantesco, pero sus vecinos caminan entre las casas y se muestran casi unánimes en su deseo de seguir en su pueblo. Serafín Medina, líder comunal, asegura que «cuando esta situación pase, tendré que volver aquí, no quiero irme a otro sitio, y el 90% de las 49 familias que vivimos aquí pensamos lo mismo». «En uno o dos años, volveremos a trabajar como antes. Ecuador tiene más de cien volcanes y, estemos donde estemos, vamos a tener problemas», afirma Medina.
Israel Medina, de 63 años, que pasó solo y aterrorizado la hora que duró la caída de cascajo y ceniza sobre Palitahua, encerrado en el baño de su casa, construido de hormigón, es también de la opinión de Serafín: «Esperaré a que llueva, se asiente el polvo, y volveré aquí a trabajar». Pasó miedo, pero insiste en que no quiere irse. «Quizá sería bueno con veinte años, pero a esta edad, ¿para qué?. Somos agricultores, tenemos que venir a sembrar y esperar la cosecha».
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