¡Cuántas veces hube de morderme la lengua por temor a los furibundos moderados! Cuando me atreví a musitar que la justicia era una mandanga, mil dedos democráticos me señalaron. Yo era un baldragas ignorante; y mi comentario estaba fuera de tono por malintencionado, corrosivo y mendaz. Gentes como yo no se habían enterado todavía de la separación de poderes, no conocían a Montesquieu y, lo que es peor, intentaban socavar el Estado de Derecho. Con semejantes comentarios ensuciábamos la imagen de nuestra impoluta democracia. Aunque las actuaciones judiciales pareciesen atropellos, debía de silenciar mis rebuznos y abstenerme de algaradas. Procedía esperar a que la justicia se pronunciase. Y, después, acatar con respeto su dictamen.

Quiso la fatalidad que la taimada justicia arremetiese también contra mis censores. En poco tiempo dijeron verdades que jamás les habíamos escuchado. Y demostraron un coraje solidario que nunca habían exhibido en parecidos trances. Ibarretxe llegó a la conclusión de que una justicia manipulada obstaculiza la acción política (¡muy atinado, Juan José!). La plana mayor del PNV consideró «inadmisible que una persona inocente vea dañada su imagen a raíz de un sumario que se pretende secreto» (¡brillante observación!). Y, si hubiera que hacer recuento de los gestos solidarios, la lista sería interminable. Ezker Batua, siempre tan sensible al dolor jelkide, sentenció sin tapujos: «se está practicando una caza de brujas contra el PNV». Azkarraga, en nombre de EA, les ofreció apoyo incondicional. Atutxa, lanza en ristre, saltó a la arena. Arzallus, cual otro Sansón, amenazó con derribar la techumbre del Estado renegando de la Constitución. Los batzokis se reconvirtieron en la Plataforma «Todos somos Gorka». En aquellos días, y lo digo con sincero reconocimiento, asistimos a una de las páginas más brillantes del tripartito. Reconocieron y criticaron lo que otros habíamos denunciado tantas veces, que la justicia española despide un pestilente hedor a podrido. Tal fue el griterío que el propio Rajoy, no sin motivo, les trasladó su perplejidad: «Sorprende que ahora vean en la justicia una intencionalidad política que no habían visto antes».

Las aguas vuelven a su cauce y la justicia zarandea a los de siempre. Aquella lucidez, que resultó efímera, dejó paso a los eternos tópicos: «Batasuna no conoce las reglas de juego, busca protagonismo en sus poses victimistas, debe de adaptarse a la democracia y respetar las decisiones judicialesŠ» ¡Bernabé, quién te ha visto y quién te ve! -