Muchos de nosotros, ya mayores, recordamos aquellas cartillas de racionamiento de víveres que se impusieron tras la invasión y masacre del africano en el año 36.

En medio del hambre y de la penuria que nos dejó, en la cartilla de racionamiento nos ponían bien claro lo que podíamos comer. El raquitismo, la miseria, estaban definidos de antemano. De la misma manera que el empleado de Altos Hornos de Vizcaya sabía perfectamente que recibiría un balde de carbón, mientras que el peón, ­a quien para mayor vilipendio calificaban de «ordinario»­ era gratificado con un balde de escarabilla.

Menos serán quienes recuerden las «chapas» tanto de aluminio como de cartón con que los navieros, banqueros y dueños de las minas, ­los Ibarra, Chávarri, Bellido, Amézaga, Gandarias o Goicoechea­ pagaban a los mineros nativos y foráneos sus interminables y trágicas jornadas de trabajo. [Quienes no lo recuerden, lo pueden verificar aún en el Museo Minero de Gallarta]

El capataz de la mina entregaba, siempre según su propio y omnímodo criterio, las fichas de paga que el ordinario peón minero intercambiaba luego, en la cantina del mismo capataz, por víveres, generalmente más caros y en mucho peor estado que los que la burguesía adquiría directamente con dinero. La Iglesia católica tampoco permanecía al margen, y, también con criterio cambiante, entregaba fichas que, por asistir a misa, algunos mineros podían intercambiar por lo general por medio litro de leche.

Los mineros desaparecieron. Muchos en los cementerios carcomidos por la miseria, otros recalificados en las industrias del hierro. Al pago con chapas le sucedió el pago en metálico. Aunque los víveres siempre fueran en las minas de manifiesta menor calidad.

En el Estado español, los bienes de la democracia siempre fueron de libre adquisición, claro que a precios exacerbadamente elevados. Los compraba como prebenda todo aquel que se sometía a las reglas de juego del todopoderoso de turno, lo mismo en la época de Alfonso XIII que en la de Francisco Paulino Hermenegildo y Teódulo Franco Bahamonde.

En eso nada ha cambiado. Cada uno compra su libertad, la que cada uno desea, al precio que le impone el vendedor, sea el gobierno o la institución de turno, pero en definitiva al precio que cada uno esta dispuesto a pagar por ella.

Durante la República, ­la segunda­ hubo un tímido pero ejemplar intento de generalizar para todos el disfrute, tanto de bienes materiales mínimos como de los bienes democráticos, que se abrían camino e imperaban en las democracias occidentales.

Tras el fallecimiento del golpista y dictador, unos vivieron su propia transición democrática, mientras que otros vivimos, con dolor, la restauración de la monarquía. En Euskal Herria, de manera coincidente con esta restauración hemos vuelto, no ya a una cartilla de racionamiento democrático, sino al sistema de compra de libertades a través de chapas, de fichas de crédito y de intercambio, al igual que en las minas.

Ahora son los jueces españoles, los gobiernos que se suceden en el poder, los grandes tribunales de excepción, la Audiencia Nacional, quienes se han transformado en los nuevos grandes navieros y banqueros enriquecidos en las minas de nuestras vidas, de aquellos que pretendemos ser mujeres y hombres libres en Euskal Herria. Son también nuevos, o distintos, los capataces, consejeros del Gobierno Vascongado, presidencia navarra, dirigentes de partidos sometidos también a las normas del poder, y no a las de la democracia. Son nuevos, pero actúan de la misma manera. A la izquierda abertzale nos quieren imponer su capricho interpretativo de la convivencia del sometimiento, y nos quieren entregar chapas-crédito de democracia que únicamente ellos nos puedan canjear.

Hoy dejarían hablar a Arnaldo, si... Mañana, ya lo veremos. Dicen que hablarían con Batasuna, pero tendría que... Ayer y hoy incumplen sus propias leyes penitenciarias. Como anteayer hablaron con ETA, ya hoy no es posible que lo hagan otros. Ayer y hoy torturaron. El PNV pedía mesas de diálogo para la paz. Hoy indica que no son necesarias. Hoy se prohíbe una manifestación. Mañana se la permite, pero con condiciones que debe verificar la Policía autónoma, actuando siempre con tanto orgullo patrio como necedad humana. Intentan que convirtamos nuestras manifestaciones en cristianas y silenciosas procesiones. Estas son sus «chapas», falsa moneda que esperan que canjeemos contra la miseria de lo que ellos entienden por libertad y democracia.

En la mina de lo que algunos se empecinan en denominar «entorno de ETA» ­como si ellos mismos no pertenecieran al entorno­ los gobiernos nos quieren entregar inexistentes «chapas», fraudulentas monedas, inalcanzables créditos de democracia.

Gobiernos y lacayos agradecidos nunca supieron que la libertad, al igual que la democracia, se ejerce o no, se practica o se abdica de ella. Pero nunca la libertad se consigue a base de créditos y de promesas. Porque si la libertad y la democracia se canjean por algo, se convierten inmediatamente en esclavitud y tiranía.

Mucho me temo y me preocupa, tal como van las cosas, que el señor Rodríguez Zapatero acabe su mandato con la misma frase de Indalecio Prieto a propósito de la sublevación de Asturias en octubre de 1934: «Me declaro culpable ante mi conciencia, ante el partido socialista y ante España, de mi participación en aquel movimiento revolucionario».

Me temo y me preocupa que el señor Rodríguez Zapatero no se atreva a tomar el camino, el único camino, que conduce a la justicia y a la equidad política en Euskal Herria. -