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El Desfile de la Ballena reunió en torno a la música a miles de personas
Séptimo Desfile de la Ballena, que ya se hace mayor. El público volvió a responder con un soresaliente a este espectáculo puramente visual, en el que son seguramente los más pequeños quienes más se ven sorprendidos. La música fue la protagonista por la Gran Vía bilbaina, junto a la ballena y el pulpo.
BILBO
Como si de un desfile de Carnaval se tratara. Por los disfraces, la música, las carrozas, los animales casi literarios y mágicos que se vieron, pero sobre todo sorprende la ingente cantidad de público que inundaba de admiración los dos márgenes de la Gran Vía bilbaina. A la hora de inicio del ‘pasacalles’, la marabunta humana daba fe de cómo ha calado este festival en la gente, aunque siga pecando de poco participativo.
Desde la Plaza Circular a la del Sagrado Corazón. Seguro que a muchas manifestaciones les gustaría firmar esa respuesta popular. Era el recorrido que con puntualidad británica, a las siete de la tarde, comenzó a cubrir el desfile de la Ballena, a la que este año se sumó la música, la de Mozart y la del maestro Arriaga. Aunque quien abrió esta espectacular cadeneta fue, cómo no, el son de moda, el de la batukada. Fueron ellos, con sus tambores y sus zancos ¿cómo aguantarían ese ritmo hasta el Sagrado Corazón?, los que más aplausos arrancaron a los asistentes, lo mismo que los integrantes del Orfeón San Anton, con sus canciones más arraigadas, aupados en una curiosa camioneta musical.
La ballena Baly, con sus doce metros de longitud, abría la comitiva, bien sujeta, lanzando sus chorros de agua a ambos lados de la calzada. A continuación una extensa corte, la de la ciudad de Munich que regentaba el emperador Maximiliano. En ella pudimos ver la carroza con el joven Mozart interpretando, eso sí, en play-back, con los ojos vendados, una de sus muchas conocidas partituras. Le seguían varias carrozas más, todas ellas enmarcadas en la época en la que vivió el gran maestro. Y todo aderezado con música por él concebida.
No faltó el Pulpo, con sus chorros de confeti. El y su ballena preferida hicieron, sin duda, las delicias de los más pequeños, asombrados de tales envergaduras. Aunque con la misma boca abierta observaron el paso final de la comitiva, con un caballo gigante de barrocas maneras, dos terribles perros igualmente articulados, y un enorme pájaro que para sorpresa aleteaba de grácil manera.
Un desfile en el que la música era protagonista, aunque en algunos momentos se quedó coja. Los que no defraudaron fueron los «cachivaches» con los que sorprendieron los de Els Comediants y que uno no se explica cómo pueden funcionar.
Y poco más, que no fue, precisamente, poco. Porque seguro que gustó a todos. Como coche escoba del desfile, ahí estaba la brigada municipal de limpieza, que no daba un metro de respiro ni al confeti, ni a los miles de viandantes que se les cruzaban. Fue el adiós de la ballena.
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