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Gara > Idatzia > Jendartea 2006-08-21
Martin Garitano
El argentino empieza a trabajar
LA VIDA SIGUE IGUAL (LX)

Arantzazu no salía de su asombro cuando escuchó, de boca de Mila, lo sucedido aquella mañana entre Gotzon, Sergio y su propia amiga. Recordó su propia experiencia con el argentino y sintió un escalofrío de terror. Su relación con Juanjosito valía mucho más que el dulzón sabor de una relación fugaz. Por atractivo que fuera el muchacho. Mila obvió, en su relato, lo que acababa de ver.

Huesitos, Gotzon, Xuxú y Simón salían del K.O. cuando llegó Sergio.

­Ahí tienes a Eusebio. Acaba de llegar.

­Voy a platicar un rato con él. Os veré más tarde.

Los cuatro amigos siguieron la ronda habitual mientras el pibe se entrevistaba con Eusebio.

­Aquí las condiciones son muy claras. Se trata de que prepares la barra de pintxos y las comidas para el menú del día. El sueldo no es alto, pero tampoco trabajarás más de cuatro horas. De 10 a 2.

­¿Y los fines de semana?

­El sábado y el domingo no damos menú, así que sólo tendrás que encargarte de los pintxos. Serán tres horas más o menos. Cerramos los lunes.

Sergio valoró la oferta económica y aceptó el trabajo. Empezaría al día siguiente.

Encontró a la cuadrilla en el Itsasalde. Mila y Arantzazu se habían marchado a dar un paseo y Miren se había unido al grupo. Cuando le vio entrar, Simón le preguntó:

­Qué, sobrino ¿os habéis puesto de acuerdo?

­Sí, tío. Empiezo mañana mismo.

El argentino explicó el trabajo que tendría que hacer a diario y el horario que le exigía. Huesitos hizo su propio cálculo:

­Pues ya tenemos una baja en el txikiteo del mediodía.

Gotzon sintió el alivio de saber que, por lo menos a las mañanas, aquel sinvergüenza estaría ocupado. Le aterraba la idea de salir de viaje y dejar sola a Mila. Por lo menos hasta que las cosas se aclararan entre ellos.

Ladillo kronika

Ladillo

Los intocables de Eliot Ness

Al llegar al Gureak, Kokoloko les esperaba con interés indisimulado. La discreción nunca había sido su fuerte:

­Hombre, aquí llegan los intocables de Eliot Ness.

Huesitos torció el morro:

­¿Quieres dejar de decir chorradas y ponerte a currelar?

­Oye, yo repito lo que me han dicho. Ya sabes que las noticias corren como la pólvora en este pueblo.

Sergio y Miren miraron con extrañeza al resto. Miren sabía algo pero no conocía los detalles.

­Y a ti, ¿qué te han contado? ­inquirió Simón­.

­Pues que ha habido un tiroteo en la ermita, que vosotros estábais en el fregado y que la Ertzaintza ha descubierto un túnel y un almacén lleno de droga.

­No te fíes de todo lo que dicen. Algo de eso ha habido, pero no ha sido un tiroteo ni había drogas en la ermita. La gente habla por hablar.

Xuxú explicó a Kokoloko, Miren y Sergio lo que había sucedido en realidad. El camarero hizo la broma:

­O sea que Huesitos se dedica ahora a fusilar estatuas de santos, ja, ja.

A Luis Mari la broma no le hizo ni pizca de gracia:

­A ti te quería ver yo en esas, a dos metros de un tipo que te apunta con una pistola.

­En realidad, Luis Mari, al que apuntaba era a Simón. Cuando se te escapó el tiro se podía haber liado una gorda.

­Bueno, ya está bien. No quiero oir hablar de este asunto.

Todos se retiraron temprano ese anochecer. Sergio empezaba a trabajar al día siguiente, Gotzon tenía una conversación pendiente con Mila y el resto estaban demasiado cansados para seguir tomando potes. En casa, Mila esperaba a su marido hecha un manojo de nervios.

­GotzonŠ lo de esta mañana ha sido una tontería, un capricho mío. El muchacho no tiene la culpa. YoŠ

­No quiero hablar de ese hijo de puta, sino de nosotros, de nuestro matrimonio, de nuestro futuro. A ese ya le ajustaré las cuentas un día de estos.

La conversación se prolongó hasta bien entrada la noche. Decidieron dar una nueva oportunidad a su convivencia. Mila no se durmió hasta varias horas más tarde. Amaba a Gotzon, pero SergioŠ

En la casa parroquial, Simón atendía los mensajes del contestador automático. Había dos: uno del Obispado, interesándose por lo ocurrido y otro de su hermana, en el que le pedía que se pusiese en contacto con ella a la mayor brevedad.

A aquellas horas no habría nadie en el Obispado, así que decidió llamar a Behitene.

Josefo se pone nervioso

La conversación con su hermana fue muy breve. Al parecer, Josefo había recibido una llamada y, acto seguido, se había marchado.

­Al colgar el teléfono estaba muy nervioso. Me ha dicho que se tenía que marchar y que ya volvería mañana o pasado. Ni siquiera se ha despedido de Joakin.

­¿Cómo se ha ido? ¿Andando?

­Si ha dicho que bajaba a Basalur andando y que allí le esperaban.

­¿Se ha llevado sus cosas?

­No, no. Se ha ido con lo puesto. Ya te digo que ha dicho que volverá. Pero como estaba tan nervioso, no séŠ he preferido llamarte

­Has hecho bien. Mañana por la mañana iré a visitaros.

Al llegar a casa, Juanjosito, el hombre mejor informado de Uriondo relató a Arantzazu todo lo sucedido en la ermita de Santa Ana. Arantzazu prefirió callar lo que le había confesado Mila.

­¡Ah! Y hay otra novedad. El argentinitoŠ

­¿Qué pasa a Sergio? ­Arantzazu temió que Juanjosito sospechara algo­.

­Nada mujer. Que empieza mañana a trabajar en el K.O de cocinero.

­¿En el K.O? Pero si el otro día dijo que tal vez en la conserveraŠ

­Eso es mucho trabajo para un argentino.

(CONTINUARA)


 
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