Mercedes Milá se dedica a exhibir chalecos de diseño. Detrás hay una firma, una cadena, un modelo de vida, una iniciación en lo casual. Pantalones vaqueros, una camiseta negra, varios chalecos, su melena de siempre, sus arrugas, realmente bellas, y su manera de reinar en el plató, pidiendo a los de sonido que bajen la música de fondo, cosa que no le hicieron ni el menor caso, porque está comprobado que cuando no sucede nada, si tienes música ambiental, parece que tu cerebro se acomoda mejor. Fíjense en que estas músicas se colocan en dentistas, oficinas bancarias y en supermercados. Inciden en nuestros comportamientos. En la tele es fundamental esa música casi imperceptible.

Estamos hablando de la octava edición de “Gran Hermano”, que llega con novedades decorativas, con conceptos de tiempo libre algo más alejados a los juegos de campamento, y con un plantel de concursantes que vienen todos doctorados en estar ante la cámaras, en buscar sus minutos de gloria diaria, que «compiten», es decir que alteran su propio comportamiento espontáneo para lograr que las audiencias, los que deciden o el destino les sea favorable para llegar a convertirse en lo que buscan: material de uso y recambio de la propia cadena Tele 5. Prototipos, personajes de zarzuela del siglo veintiuno, acumulación de tópicos, manías y rastrojos de una civilización que parece encaminarse a un ocaso televisado.

No hay duda que los que realizan el casting saben lo que quieren. Que hacen una selección que da juego. Que colocan a individuos de nuestra misma especie, pero que se asemejan a periféricos, y en esta ocasión con algunas señas de identidad muy marcadas: la freaky que lo proclama, y el macarra que lo ejerce. Un tipo que a todas las mujeres participantes les dice explícitamente si quieren tener «compensaciones sexuales», que utiliza un lenguaje que va a crear escuela, ya verán cómo en dos semanas, en la cena del viernes, alguno habla como este tipo que yo ahora mismo no sé si aplaudir, o aplaudirle la cara. Un espectáculo en momentos, lamentable. En otros es un festival de hormonas alteradas, de bilirrubina en proceso de gasificación. Y Mercedes con sus chalecos. -