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Gara > Idatzia > Iritzia > Kolaborazioak 2006-09-22
Ion Andoni del Amo - Ingeniero y miembro de la Red por un Tren Social
Un día sin coche y 364 construyendo carreteras

Día sin coche. ¿Y para qué sirve esto? Se pretendía concienciar a la ciudadanía acerca de la necesidad de autolimitar el uso del coche. Es posible ­y necesario­ utilizar menos el vehículo privado. Abusamos de su uso y las consecuencias están a la vista.

Así, el transporte en Euskal Herria adolece de un gran peso de los medios privados e individuales y una exclusividad casi absoluta de la carretera. De ello derivan consecuencias altamente negativas como el elevado número de accidentes, la congestión crónica de algunas carreteras, y los altos niveles de contaminación ambiental y huella ecológica: en la CAV se ha sellado un porcentaje de superficie del 2,5%, más del doble que en la UE.

El sector transporte es uno de los máximos responsables de la contaminación ambiental y nos aleja del cumplimiento del Protocolo de Kyoto, tal como reconocen las propias administraciones. Aún más, la orografía montañosa de la vertiente atlántica y pire- naica de Euskal Herria no sólo aumenta los costes de construcción de las infraestructuras de transporte, sino que, además, impone una mayor presión sobre el medio ambiente. La estrechez de los valles dificulta la dispersión de contaminantes, por lo que la contaminación que se registra en estas zonas es si- milar a la de las áreas urbanas como consecuencia del conocido como efecto anfiteatro.

La significativa contribución al calentamiento climático, junto con la perspectiva de agotamiento de los combustibles fósiles, convierten en insostenible el actual ritmo de utilización del coche. Más aún si tenemos en cuenta los otros efectos asociados como siniestralidad o congestiones. Acerca de todo esto pretende concienciar el “Día sin coche”, sobre la necesidad de sustituirlo por el transporte público o la bici. El comportamiento medioambiental- mente responsable no consiste sólo en preocuparse por el Amazonía, ha de implicar cambios de comportamiento en nuestro día a día.

Parece detectarse una creciente concienciación en este sentido a lo largo de los últimos años y, qué duda cabe, que el “Día sin coche” puede también haber contribuido a ello junto a la labor de los movimientos ecologistas. Con todo, esto no parece corresponderse con cambios sustanciales de conducta. La correspondencia entre conciencia y comportamiento medioambiental es una cuestión bastante compleja y en ella parecen influir muchos y diversos factores. Que la conciencia medioambiental se traduzca en cambios de comportamientos cotidianos, en la adopción de estilos de vida más «verdes», depende entre otros del entorno estructural y cultural de la sociedad, el discurso medioambiental dominante, los contextos estructurales de oportunidades (precio, disponibilidad de transporte público eficienteŠ) o los entornos sociales más inmediatos que modulan los comportamientos medioambientales.

Y en este punto es donde se abre un gran abismo entre actos como el “Día sin coche” y las actuaciones concretas de las instituciones. De poco sirve crear conciencia si luego no se trabaja por construir unos entornos estructurales que faciliten la adopción de comportamientos coherentes con esa conciencia ambiental. De poco sirve un «día sin coche» si el resto del año las instituciones se aplican entusiastas al modelo contrario, a construir carreteras.

La concienciación individual es importante, ya lo hemos señalado, pero se observa una tendencia en los mensajes institucionales a ir más allá, a tratar de individualizar y trasladar las responsabilidades. Las concepciones neoliberales que hoy dominan las instituciones vascas, tan gustosas de privatizaciones y subcontrataciones, tratan de subcontratar en la ciudadanía las responsabilidades medioambientales.

Los mensajes institucionales tratan de delegar el comportamiento medioambiental sólo en la ciudadanía. Incluso de culpabilizarla. Como si no fuera con ellas. Como si no fuese responsabilidad suya adoptar medidas estructurales que lo faciliten. Aún más, como si no fueran estos gestores neoliberales los que están realizando actuaciones en el sentido contrario. El “Día sin coche” resulta incompatible con el resto de los 364 días. Incompatible con la apuesta del día a día de las diputaciones por las carretas: Supersur, terceros carriles o nuevos cinturones de Donostia. Con la apuesta por el tren de alta velocidad de los gobiernos vasco, navarro y español, que desatiende los desplazamientos diarios de la mayoría de la población. Con el impresentable abandono de algunos tramos de Euskotren o Renfe. Con una demencial ordenación del territorio basada en una especialización geográfica (centros comerciales y de ocioŠ) que fomenta los desplazamientos. Con la falta de adopción de medidas de otro tipo como aparcamientos disuasorios y los intentos de cargarse los que espontáneamente se utilizan.

Los estudios de movilidad ponen de manifiesto cómo el vehículo particular gana terreno al transporte público en todas las relaciones salvo en Bilbao y Bizkaia. Precisamente, el ejemplo de Bizkaibus constituye una saludable excepción en la pauta de las instituciones vascas. De esta forma, se comprueba la existencia de efectos de red en el transporte público, lo que entre los expertos se conoce como efecto Mohring. Es decir, un mayor fomento del transporte público produce un efecto espiral de mayor utilización del mismo, lo que supone mayor frecuencia de servicios, reducción en los tiempos de espera de los usuarios y reducción del coste medio social del servicio. Esa es la línea de actuación. Imaginemos qué red de transporte público, al servicio de todos, puede ponerse en marcha si se establece como prioridad y se destinan a ella los fondos de carreteras o de infraestructuras elitistas como el TAV.

Mientras no se pongan todos los huevos en la cesta del fomento del transporte público, el “Día sin coche” no sólo supone una actuación de efecto limitado, sino una inaceptable traslación de las responsabilidades institucionales hacia la ciudadanía. Un acto propagandístico que trata de ocultar y falsificar el problema y las actuaciones del resto de los 364 días. Una retórica de barniz ecológico, una política de gestos débil y oportunista, que obstaculiza la implementación de soluciones reales y serias para lo que son problemas muy reales. El “Día sin coche” resulta indisociable de un cambio profundo en el modelo de desarrollo que ha originado los problemas medioambientales actuales. Y tal responsabilidad atañe, sin duda, a los individuos en su comportamiento cotidiano, pero también a las instituciones. -


 
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