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Gara > Idatzia > Kultura 2006-09-22
Juan Miguel GUTIERREZ | Director de «Isiltasun kalea/Calle Silencio»
«Los músicos que actúan en la calle son flores en el asfalto»
Por tercer año consecutivo, el Zinemaldia ha seleccionado un filme de Juan Miguel Gutiérrez. Si el realizador estrenó «Tabula rasa» en la edición de 2004 y «Vozes lexanas» en la de 2005, en ésta de 2006 hará lo propio con «Isiltasun kalea/Calle Silencio». Es un documental de creación protagonizado por músicos que tocan en las calles de Donostia ­«flores en el asfalto», en palabras de Gutiérrez­, en el que los espectadores se toparán con un abanico que abarca desde la Banda de Txistularis a instrumentistas del Este de Europa.

Gutiérrez parece haber conseguido que sus filmes se hagan año tras año un hueco en el festival. En esta ocasión presenta “Isiltasun kalea/Calle Silencio”, que se proyectará en los cines Príncipe, el lunes, a las 16.30, y el martes, a las 19.30.

­¿Qué es «Isiltasun kalea»?

Un documental de creación de 82 minutos cuyo tema principal son los músicos que tocan en las calles de Donostia. Pero, además de abordar este tema desde distintos ángulos, la película se ha convertido también en una reflexión sobre lo que están cambiando nuestras ciudades y, en concreto, Donostia; una reflexión sobre lo viejo y lo nuevo a través de la música en la calle, sobre lo que se perdió, lo que subsiste y lo que estamos adquiriendo gracias a la llegada de gentes foráneas. En estos momentos, lo antiguo y lo nuevo se mezclan. Es un signo de los tiempos, consecuencia de la evolución de nuestra ciudad y del mestizaje necesario, dado que estamos acogiendo personas de culturas diferentes.

­¿Cuando habla de «lo viejo» se refiere a lo tradicional?

Sí, digo viejo sin intención peyorativa. Me refiero a las raíces, a nuestro sustrato. Baste pensar que, junto a músicos latinoamericanos o de países del Este, el documental incluye a la Banda de Txistularis, la Kantu Jira o Urko Menaia.

­El filme está dedicado precisamente a músicos callejeros «históricos» de Donostia.

Concretamente, a Primi Erostarbe, irrintzilari de Amara; a Agus Ormazabal, que puso música de txistu a tantas movilizaciones; a Txantxillo, modelo de mendigo amable y socialmente aceptado, y a María la Portuguesa, quizá justo lo contrario, que aún toca la flauta, aunque cada vez menos. Representan «tendencias» diferentes en la música callejera de una época, que han dejado un poso. Del mismo modo, he intentado asignar un perfil a quienes intervienen en la película, de modo que cada uno sea una especie de representante de un tipo de músico o de música de calle; desde el mendigo que toca para sacar unas monedas a aquel que, sin renunciar a eso, tiene una concepción algo más altruista. En este abanico también cabe la Banda de Txistularis, en una faceta tan poco conocida como impresionante desde el punto de vista plástico, como es la diana de los domingos. Es una actividad financiada, pero que subsiste sobre todo gracias al espíritu de una gente que cree que hay que mantener esa antorcha encendida.

­La película es, en definitiva, una reivindicación de la figura del músico callejero, no siempre bien considerado.

Exactamente. En la película, además de entrevistas con los protagonistas y sus interpretaciones, existe un hilo conductor, que es la historia del flautista de Hamelín, cuyo mensaje es claro: el músico es un personaje suficientemente importante como para que las autoridades lo contraten de cara a solucionar un problema; pero ese músico necesita que esas autoridades le respeten y cumplan su palabra; si no, terminará vengándose. En la historia de Hamelín, que, por cierto, en la película está acompañada con música original de Miren Ariño, el flautista se lleva las ratas, pero luego, como no le pagan lo prometido, se lleva también a los niños. La ciudad se queda desolada y, en adelante, la calle por la que se han ido los niños se llamará la calle del Silencio. De ahí el título que he escogido para la película.

­Un título en euskara y castellano. ¿El filme cuenta con una doble versión?

No, las entrevistas están realizadas en el idioma original de los músicos, y cada uno, lógicamente, interpreta las canciones en su lengua. Así que podemos decir que un 50% de la película está en euskara, un 40% en castellano y un 10% en rumano, francés y algún que otro idioma más. Eso sí, tanto las entrevistas como las letras de las canciones están subtituladas en castellano. Que el espectador pueda entender las letras es algo fundamental. Y es que ya he dicho que es un documental de creación, a medio camino entre el documental tradicional y, aunque pueda parecer algo pretencioso, la comedia musical. Gracias al montaje, a través de las canciones, se establece un diálogo entre unos músicos y otros, aunque en realidad yo no los haya reunido físicamente en ningún momento.

­Usted califica sus filmes como «cine humanista».

Así es. Yo estudié cine en Bruselas con un profesor, André Delvaux, cuya influencia, en ese sentido, fue decisiva. A mí me parece que quienes están haciendo la historia no son los grandes políticos, sino la gente sencilla, que va haciendo su camino y dejando su impronta.

­Lleva años haciendo cine, pero es ahora cuando parece que empieza a recoger los frutos.

Trabajo en HABE, pero, con independencia de eso, toda mi vida he estado dedicado al cine, aunque casi nunca he hecho obra personal. Por razones diversas, en los últimos años mi necesidad de hacer cine está saliendo a borbotones, siempre, claro, dentro de una estructura de producción totalmente doméstica como es la mía.

­Una vez estrenados, ¿qué camino siguen sus filmes?

Un camino muy limitado. Los documentales, por mucho que se diga que están de moda, lo tienen muy difícil. Como mucho, sólo uno de cada cien llega a las salas comerciales, y eso siempre que aborden un tema espectacular, que no es mi caso.

­¿Y la televisión?

Tampoco las televisiones quieren saber nada de los documentales de creación. En realidad, los documentales de cualquier tipo tienen poco espacio en la televisión. En prime time, nunca verás un documetnal, a no ser que sea un best seller espectacular, por ejemplo, sobre la naturaleza o sobre un tema que sirva para ambientar una posterior discusión en la que intervengan preferentemente políticos. Entiendo esta actitud por parte de las cadenas privadas, que, al fin y al cabo, buscan ganar dinero, pero no por parte de las públicas. Yo he recibido negativas de ETB absolutamente radicales. Y, como yo, cantidad de compañeros que hacen un trabajo que, creo, puede interesar a la gente y con un nivel de calidad perfectamente homologable, prueba de ello es que participan en festivales que, como el de Donostia, tienen un criterio de selección bastante estricto. -


 
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