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Gara > Idatzia > Kultura 15-10-2006
Un barco británico armado del siglo XVIII yace en el fondo de la ensenada de Bakio
Los restos arqueológicos que guardan los fondos arenosos de la ensenada de Bakio corresponden, probablemente, a una embarcación inglesa de entre veinte y treinta metros de eslora, armada posiblemente con no más de catorce cañones, que, por causas aún desconocidas, se hundió en aguas de la localidad vizcaina en el último cuarto del siglo XVIII. Estas son las primeras conclusiones a las que ha llegado el arqueólogo responsable de la investigación, José Manuel Matés Luque, quien las ha dado a conocer en el marco de las VI Jornadas Europeas de Patrimonio, organizadas por la Diputación de Bizkaia.

BAKIO

Desde que en 1985 miembros del grupo de salvamento marítimo que operaban en Bakio detectaron una serie de cañones en el fondo de la ensenada, la embarcación a la que pertenecía el armamento, y que, se supone, sigue allí hundida, ha dado mucho de qué hablar. Y más aún cuando, en 1999, un grupo de vecinos se decidió a extraer aquellos cañones ­ocho, nada menos­, además de munición, dos mosquetes de chispa y otros materiales. En total, 33 «artefactos».

En 2004, la Diputación financió el estudio de esos materiales, así como la ejecución, por primera vez siguiendo el método arqueológico, de una prospección subacuática del yacimiento. El encargado de estas tareas es José Manuel Matés Luque, quien, «con todas las reservas, porque la investigación sigue en curso» ­advierte­, ha dado a conocer los primeros resultados de su trabajo, que apuntan a que «el pecio de Bakio» es una embarcación inglesa que se hundió en el último cuarto del siglo XVIII.

«Se trata de una embarcación de entre veinte y treinta metros de eslora, una embarcación pequeña, en el sentido de que, posiblemente, su armamento no pasaba de catorce cañones. Es decir, no era una fragata, que era ya una embarcación de envergadura. Hay que tener en cuenta que un navío de línea de entonces, armado con noventa cañones, no podía entrar en cualquier puerto, y se servían de toda una flotilla de embarcaciones menores. Yo creo que la que se hundió en Bakio pudo ser una de esas embarcaciones menores», afirma.

Para sustentar sus conclusiones, Luque ha seguido una doble vía de investigación: por una parte, ha estudiado los materiales extraídos en el 99 y, por otra, con un pequeño equipo material y humano, ha realizado una prospección con detector de metales en un área de 40 por 30 metros en el fondo de la ensenada. Cada una de las vías ha dado sus resultados, en todo caso, complementarios.

«El estudio de las piezas tiene el hándicap de que están descontextualizadas. Hubiera sido mejor tener ocasión de estudiarlas in situ», subraya. Aún así, han permitido obtener información valiosa. «Los cañones son del tipo Armstrong ­indica Luque­. Dejarían de fabricarse hacia 1790, cuando un nuevo tipo de cañón, llamado Blomefield, empieza a ser usado, algo que, para 1794, ya es oficial en la Armada inglesa. Que los del tipo Armstrong dejaran de fabricarse no quiere decir que dejaran de utilizarse ­hace notar­, pero, bueno, eso ya nos está dando una pista».

Los mosquetes aportan información complementaria. «No tardamos en identifi- carlos como Brown Bess, pero ése no es un modelo concreto, sino un tipo de mosquete que, a lo largo de casi cien años, conoció muchas modificaciones. Afortunadamente, un especialista británico, De Witt Bailey, los dató entre los decenios de 1770 y 1780. Además, identificó uno de ellos como un modelo inglés y el otro, en cambio, como hanoveriano. Y es que los británicos contaban entonces con tropas de Hanover que empleaban su propio armamento», asegura el arqueólogo.

El resto de los «artefactos» también son interesantes, pero, al estar descontextualizados y no disponer, por ahora, de otros elementos de comparación, no aportan apenas información. «En cualquier caso, tanto los cañones como los mosquetes nos dicen que estamos moviéndonos en el último cuarto del siglo XVIII», subraya Luque.

¿Y la prospección submarina? «Ahí abajo hay hoy en día una gruesa capa de arena y la prospección ha sido deliberadamente no intrusiva, así que ver, lo que se dice ver, no hemos visto nada. Lo que hemos hecho ha sido prospectar sistemáticamente con detector de metales un área de 40 por 30 metros. Cada trozo de metal detectado se señala con un punto en el plano, y esa nebulosa de puntos nos está diciendo que ahí hay algo. Lo asocio a la información que tengo e intuyo que se trata del pecio al cual pertenecen los cañones y el resto de las piezas que conocemos».

Luque insiste en que la investigación sigue en curso, de momento, en los archivos. El objetivo es encontrar algún docu- mento que haga alusión a la pérdida de una embarcación británica en aquella época y en la zona. En caso de dar con esa información, la Diputación debería decidir si merece la pena realizar un sondeo o esperar.

Conviene estar informado

Cabe la posibilidad de que, en el ínterin, un temporal vuelva a poner al descubierto restos del pecio, como en 1984 y 1999. En tal caso, viene bien que la gente esté informada de que el patrimonio histórico hay que dejarlo donde está, porque las piezas pueden ser más o menos valiosas, pero su valor se deriva sobre todo del contexto en el que se hallan. Lo explica Luque: «Es un poco como CSI. Encuentran un muerto y aseguran la zona. Toman fotos, huellas, muestras... y, sólo cuando creen que lo tienen todo, se llevan el muerto a la morgue, para hacerle ya la autopsia. Del mismo modo, los arqueólogos intentamos tener todo contextualizado al máximo para saber, en este caso, qué era ese barco y por qué está ahí».

La investigación del pecio de Bakio es importante no sólo por la relevancia que pueda tener el hallazgo en sí, sino también porque es una de las primeras operaciones de arqueología subacuática que impulsa la Diputación en Bizkaia. «En Gipuzkoa, gracias sobre todo al INSUB y Aranzadi, afortunadamente se ha trabajado mucho más, pero, en Bizkaia, el de la arqueología subacuática es todavía un camino poco transitado», señala Luque.


 
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