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Gara > Idatzia > Jendartea 2006-12-01
Diego BLAZQUEZ | Coordinador del Estudio FIPSE sobre discriminación de personas con VIH
«No tiene sentido ofrecer calidad de vida y persistir en la discriminación»
·Día mundial del sida

Profesor del Instituto de Derechos Humanos de la Universidad Carlos III de Madrid, ha participado esta semana en la capital donostiarra en una jornada en la que se habló sobre la discriminación que sufren las personas con VIH en su vida cotidiana. El es coordinador de un estudio en el Estado español, único a nivel europeo, sobre esta cuestión, y en el que se refleja una discriminación invisible y a la vez asumida.

En EEUU, un funcionario del Ministerio de Asuntos Exteriores demandó a Condolezza Rice, secretaria de Estado de Seguridad, por despido improcedente por su condición de seropositivo. Algo que en el Estado español es difícil imaginar que ocurra algo así por el tabú que sigue suponiendo declarar de forma pública ser portador del VIH. Sin embargo, Diego Blázquez considera que por mucho desarrollo legal o normativo y subvenciones que se aprueben para desarrollar la lucha contra la discriminación de personas con VIH, nada sirve si no cambian los valores y la manera de entender las relaciones sociales. El estudio FIPSE sobre discriminación de estos enfermos lo pone de ma- nifiesto.

­¿Este era un estudio necesario desde hacía tiempo?

El origen del trabajo comienza en realidad en el movimiento asociativo, que ya en 2003 pidió a la entonces ministra de Sanidad del PP, Ana Pastor, que se hiciese una investigación de la situación de discriminación que vivían las personas con VIH, porque la propia Onusida había pedido a los estados que construyesen un indicador de esa situación. Fue difícil, pero al final encontramos financiación a través de la Fundación para la Investigación y Prevención de las personas que viven con sida (FIPSE) y se hizo.

­¿Las conclusiones de este documento reflejan algo que ya se intuía?

La primera aportación pone sobre el papel lo que distintas personas ya conocían, pero de lo que, digamos, no había una evidencia contrastada, por así decirlo. Pero lo importante es que sí que hemos dejado a la vista el problema real de las personas con VIH, que no es tanto de apoyo sanitario, sino de apoyo social. Ahora mismo, a las personas con VIH se les ha logrado ofrecer una supervivencia y calidad de vida más aceptables, pero eso no tiene ningún sentido si no se les ofrecen al mismo tiempo los mecanismos sociales para poder utilizar esa calidad de vida y esa esperanza de vida.

­¿Estamos ante una forma de discriminación un tanto invisible?

Aquí vinculamos dos términos, como son estigma y discriminación. El primero es la base social de carácter cultural, económico, político o de otro tipo que luego justifica esos actos discriminatorios. El problema es hacer ver a las personas que no se sienten afectadas por esta enfermedad que éste es un tema que nos afecta a todos y que es injusto lo que se está haciendo.

­¿En qué ámbitos se materializan este tipo de comportamientos discriminatorios?

La investigación estaba dividida en diez ámbitos sociales, pero prácticamente el 75% de los casos de discriminación que hemos encontrado se reducen a temas del ámbito sanitario, laboral, de bienestar social y de la vida privada de esas personas. Esto explica que la mayor parte de la discriminación está en el ámbito privado más que en el público. Es difícil encontrar casos de discriminación por parte de las administraciones públicas, por eso es más fácil encontrarlos en los comportamientos privados de las personas. Quizá donde sí pecan las administraciones es en no haber considerado a los enfermos de VIH como un colectivo vulnerable que requiere medidas especiales específicas, como puede ocurrir, por ejemplo, en el caso de las mujeres maltratadas.

­Lo que parece evidente es que mientras la comunidad médica ha ido cambiando el paso a la par que la enfermedad, la sociedad no lo ha hecho.

Es cierto. Hay una investigación de los años ochenta donde se revelaba que un tercio de la población española no deseaba compartir espacios con las personas con VIH y hay otra investigación del año pasado en el que se repite la misma proporción. Todavía no se ha avanzado lo suficiente.

­¿Y cómo asumen los propios afectados esta discriminación de la que son objeto?

Lo que hemos visto es que teniendo la legislación que en el Estado español hay sobre discriminación, hay poquísimos casos en los que las personas hayan utilizado estos recursos legales para luchar por sus derechos. El hecho de acudir ante un tribunal o administración para reivindicar tus derechos supone manifestar tu seropositividad, con lo que la mayoría de ellos no están interesados. La verdad es que sí consideramos que estamos ante una discriminación no sólo invisible sino interiorizada por los propios afectados. Aparte de que no se ve, se mantiene invisible porque esas personas consideran que no merece la pena luchar contra esas situaciones, porque primero tendrían que declarar que son portadores del VIH.

­Parece difícil, en base a lo expuesto en estudios como éste, que la lucha contra el sida avance de forma positiva por muchos fármacos o vacunas que se obtengan.

Efectivamente. Pero es cierto que, al margen del sida, estamos en una sociedad en la que todo tipo de enfermedad, o la propia, no nos gusta y cuando hay problemas de este tipo tendemos a esconderlos o a darles un enfoque puramente técnico o médico como si así se arreglaran las cosas. Sin embargo, de lo que se trata ahora es de complementar todos esos esfuerzos hechos en estos veinte años para que la gente pueda vivir, con la idea que de puedan hacerlo de una manera integrada. -


 
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