En estos días en que los medios de comunicación se miran al ombligo y publican a bombo y platillo filtraciones interesadas y supuestos reportajes de investigación en torno al conflicto político; en estos días en que los portavoces de La Moncloa y de Sabin Etxea dicen que no dicen, pero no dejan de decir que las cosas van bien; en estos días de frío y luces navideñas, conviene taparse los oídos y lanzar una mirada sosegada a la realidad.

Desde el mes de marzo, cuando entró en vigor su alto el fuego, ETA no ha realizado ningún atentado en el Estado español. Desde el pasado mes de marzo, el Gobierno español continúa vulnerando derechos fundamentales de la ciudadanía vasca: persigue la actividad política de la izquierda abertzale; decreta la suspensión del derecho de manifestación en Euskal Herria cada vez que a un juez de la Audiencia Nacional le viene en gana; amplía el cumplimiento de condenas de los presos políticos vascos con subterfugios propios de una dictadura; mantiene la dispersión penitenciaria... En los últimos meses, se han registrado numerosos actos de kale borroka.

Ante el desarrollo de este tipos de hechos, ser optimista no es un error, y ni siquiera es criticable; simplemente es una opción de pensamiento. Pero lo que no es de recibo es que se nos diga que todo va bien, que las cosas siguen el curso previsto, y que tengamos que comulgar con ruedas de molino. Si desde La Moncloa o desde Sabin Etxea quieren convencer a la ciudadanía vasca, o a la española, de que el conflicto está en vías de solución, lo tienen muy fácil:que digan, alto y claro, en qué se basan para decir lo que dicen.

A estas alturas, cuando cada vez que un político apela a la discreción lo hace después de que desde sus propias filas se haya filtrado una supuesta noticia sobre el tema, hay que quitarse el traje de la hipocresía y caminar con la verdad desnuda por delante.

Mientras tanto, a quienes auguran que la izquierda abertzale no será ilegalizada en las elecciones de mayo, hay que exigirles más que palabras; a quienes auguran un próximo «movimiento» de presos, hay que recordarles que eso es un derecho, no un «gesto»; y a quienes tanto hablan de un halagüeño futuro, hay que pedirles que observen la realidad y se atrevan a decir en alto en qué no ha cambiado Euskal Herria en los últimos meses. -