Lo uno y lo contrario. Versiones no solamente contradictorias, sino en reverso total. La corrupción ahoga. Los informativos se entretienen en asuntos circunstanciales. Ahora mandan los anuncios, las buenas voluntades, los trineos y el color rojo y blanco. Incluso nieva en el levante y nos aseguran que hay climatología variante. La versión del mundo en colorines con burbujas y melenitas. Hadas, princesas. Lo de la Casa Real es simplemente patético. Empieza a producir vergüenza ajena.

GH se precipita en su proceso final. Lo único que saco en claro de esta edición es que Mercedes Milá se ha propuesto hacer del chaleco una prenda femenina que igual sirve para atender en un mostrador de aerolínea como para presentar un programa de televisión. Es como Ramón García, que ha logrado ser el acompañante de Anne Igartiburu, fija en todo cuanto sea vender apartamentos mediterráneos y momentos de las niñísimas, en las doce campanadas del reloj de la Puerta del Sol en el cotillón. Lo hará, como nos señalan con fruición: vestido con capa española. Olé.

Decía que Milá luce chalecos, se muestra beligerante con ciertos asuntos del comportamiento de los concursantes en el plató. Se cansa de ir contra la realidad de su propia cadena. Les pide que al salir expulsados, hablen, revelen algunos secretos, aclaren algunas situaciones vividas en la casa. Pero callan. Saben que si dosifican tienen varias apariciones en otros programas para no decir nada, o casi nada. O muy poco, porque, de verdad, ¿a quién interesa lo que digan estos seres mediáticos de usar y tirar?

Otra cosa es lo que dice Jorge Valdano, colaborador fijo en la Sexta a la diestra, según miramos, de Patxi Alonso, que me parece conduce con bastante acierto su espacio futbolero, aunque de seguir con la acumulación de publicidad que van obteniendo, el asunto se les va a ir de las manos. Es necesario un ritmo y una continuidad que tantos espacios patrocinados, y tantos cortes se lo hacen perder. Sin salvación “El rondo”. Es un asunto de un equipo. No les importa absolutamente nada más. Peor para ellos. Pero viven a cuenta de la pública estatal y deberían tener un poco de decoro. -