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Gara > Idatzia > Jendartea 2007-01-12
Politica energetica en la Unión Europea
Grupos ecologistas reclaman a la UE un plan energético más valiente
La apuesta energética de la UE para buscar alternativas menos contaminantes presentada esta semana es una apuesta por enfrentarse a los efectos venideros del cambio climático. Así lo ha asegurado la Comisión Europea, aunque no convence a todos, sobretodo a los grupos ecologistas, que exigen reducciones de los gases contaminantes mucho mayores que los anunciados de aquí a 2050. Y, sobre todo, no convence, la apuesta por la energía nuclear.

GASTEIZ

Un clima como el de Catalunya, de carácter mediterráneo, y el nivel del mar 30 centímetros por encima del actual. Ese es el pronóstico para Euskal Herria según alguno de los cada vez más habituales informes sobre los efectos futuros del calentamiento global acelerado. Exagerado o no, la Unión Europea ha decidido coger el problema por las riendas y no esperar a que augurios como éstos puedan convertirse en realidad dentro de cincuenta, setenta o cien años.

Su apuesta energética ­presentada este miércoles en Bruselas­ tiene mucho que ver con la enorme dependencia exterior de la UE en esta materia, con los problemas de abastecimiento desde Rusia o con el final, lejano o no, del petróleo. Pero también ha sido avalada como un frente común europeo contra los efectos de ese cambio climático acelerado, dado que nadie más parece querer abanderar la enseña de Kioto.

Con ese objetivo, la UE se ha propuesto reducir la emisión de gases de efecto invernadero en un 20% para 2020, un porcentaje que se elevaría al 30% para 2030 y entre el 60% y 80% para mediados de siglo, siempre tomando como referencia los vertidos atmosféricos de 1990. Esa es su apuesta y propuesta al resto de países desarrollados para después de 2012.

Lo que es evidente es que de seguir con los mismos parámetros de consumo energéticos actuales, el gasto en la UE no sólo se multiplicaría en los próximos cincuenta años, sino que ello acarrearía un incremento de hasta el 80% en las emisiones de CO2.

El objetivo declarado de estos ambiciosos planes energéticos es limitar el aumento de la temperatura media terrestre dos grados centígrados respecto a los niveles de la época preindustriales. Un documento de la propia Comisión Europea publicado esta semana advierte de que incluso el turismo europeo podría desplazarse desde el Mediterráneo al Báltico, debido a ese aumento de temperaturas hacia el norte.

«Europa debe ser líder mundial para entrar en una nueva revolución postindustrial», aseguró el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, que calificó este objetivo como el «más ambicioso» jamás propuesto por institución alguna: «Si esta iniciativa se adopta será, de lejos, el plan más ambicioso para luchar contra el cambio climático».

Sin embargo, estos ambiciosos objetivos parecen no haber convencido a todos. Organizaciones ecologistas como Greenpeace o WWF mostraron ayer sus dudas y recelos sobre las intenciones reales. Para los primeros, la reducción de emisiones en un 20% para 2020 es un «objetivo ínfimo» y contrario a «la aplastante evidencia científica que sugiere que son necesarias reducciones mucho mayores». Por su parte, WWF considera que el paquete energético es una «propuesta modesta» en su conjunto y reclama que la UE eleve al 30% para 2020 la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero.

Además, ambas organizaciones reclamaron mayores compromisos en lo que respecta al empleo de energías renovables y a la eficiencia energética, y lamentan que las propuestas de la Comisión se centren mayoritariamente en los suministros de gas y petróleo.

El Eurobarómetro, muy claro

Esa críticas se acrecientan al valorar la apuesta indirecta que la UE ha hecho para mirar a la energía nuclear con mejores ojos que lo que lo hace la ciudadanía europea. Los responsables comunitarios argumentan que la nuclear «es una energía limpia», ideal para cumplir con los objetivos de Kioto. Sin embargo, el último «Eurobarómetro», presentado estos días, revela que sólo uno de cada cinco europeos apoya el uso de la energía nuclear. Austria, Grecia, Chipre, Estado español, Dinamarca o Estonia están entre quienes menos simpatía tienen por este tipo de energía. En el lado opuesto se sitúan Lituania, Suecia y Hungría.

La realidad es que ocho centrales europeas cerraron en 2006, según reveló esta semana Greenpeace. En cambio, sólo tres ­en Asia­ entraron en funcionamiento. Esta ONG considera que esta reducción «manifiesta el declive de la energía nuclear a nivel mundial». Cerraron instalaciones en Eslovaquia, Gran Bretaña, Bulgaria y el Estado español.

El balance a final de año, según Greenpeace, es que en la UE quedan 145 reactores nucleares. En todo el mundo este número se eleva a 442, de los que 6 están en situación de parada.



París insiste en el reactor de cuarta generación

PARIS

El Gobierno francés ha ratificado en las últimas fechas su objetivo de construir, con el horizonte puesto en el año 2020, la cuarta generación de reactores nucleares. Así lo hizo saber el propio Jacques Chirac, quien aboga por fortalecer el sector de la energía nuclear del país ­que aporta el 78% de su consumo interior­, sobretodo después de los últimos incrementos de los precios del petróleo y el gas, y ante la amenaza que supone el calentamiento global. «Un reactor de cuarta generación creará aún más energía, menos residuos y será incluso más seguro», declaró días atrás el presidente de la República francesa.

Aunque la primera y la segunda generación de reactores consiguió cubrir la necesidad de producción de energía intensiva a bajo coste y «niveles aceptables de seguridad», la tercera generación fue concebida, precisamente, después de los accidentes de la Isla de las Tres Millas, en Estados Unidos, y de Chernobil, en la antigua Unión Soviética.


 
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