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Gara > Idatzia > Kultura 2007-01-12
Hallan en Eskoriatza los restos de un doble taller de fundición de campanas
No siempre se encuentra lo que se espera y, por contra, a veces se encuentra lo que no se espera. Eso es lo que ha ocurrido en la intervención arqueológica que un equipo de Aranzadi acaba de concluir en el entorno de Santa Marina, en Eskoriatza. Esperaban encontrar restos de la antigua iglesia y el hospital que en otro tiempo se levantaron en ese espacio, posible núcleo fundacional de la villa. No ha sido así. En su lugar, han encontrado un nada habitual taller de fundición de campanas.

ESKORIATZA

El entorno en el que se ha realizado la intervención, ocupado por huertas, chabolas y pabellones industriales, estaba muy degradado, pero, en otro tiempo, fue posiblemente el núcleo fundacional de Eskoriatza y, en todo caso, albergó la iglesia y el hospital de Santa Marina, que terminaron dando nombre a la zona, así como la antigua casa consistorial, la cárcel, una escuela y otros edificios importantes, algunos de los cuales quizá se remontaban a la Edad Media. Por eso ese entorno está declarado Zona de Presunción Arqueológica y por eso, de cara a llevar adelante un proyecto de reurbanización, el Ayuntamiento requirió los servicios de un equipo de Aranzadi.

Este equipo, dirigido por Alfredo Moraza, ha venido trabajado a lo largo del mes de diciembre, y su principal hallazgo ha sido el de un doble taller de fundición de campanas, destinadas, muy probablemente, a la iglesia y el hospital de Santa Marina.

«Que aparezcan restos de este tipo de talleres ­contextualiza Moraza el interés del hallazgo­ no es del todo corriente, pero tampoco es raro. En Bizkaia, por ejemplo, sólo se ha encontrado un molde de campana; en Gipuzkoa, sin embargo, han aparecido este tipo de restos en Azkoitia, Azpeitia, Tolosa, Hernani e Irura. En todo caso, suelen ser uno o, con suerte, dos moldes. En Santa Marina, en cambio, hemos encontrado dos parejas de moldes y, además, una de ellas está junto a los restos de un horno de fundición de una tipología hasta ahora desconocida. Es decir, es un conjunto muy interesante, sobre todo teniendo en cuenta que de este tipo de construcciones apenas queda nada».

A la espera de que los análisis por radiocarbono proporcionen una datación más precisa, Alfredo Moraza tiene claro que los talleres se remontan, como mínimo, al siglo XVI. «Responden ­explica­ a una técnica que ya en el siglo XII estaba sistematizada y que se utilizó hasta el siglo XVI, quizá incluso hasta el XVII, aunque para entonces ya se había impuesto una técnica distinta».

Los talleres han dado la campanada en la intervención de los miembros de Aranzadi, quienes, curiosamente, no han encontrado nada de lo que esperaban. «Pensamos que, como poco, hallaríamos una zona de enterramiento, ligada a la antigua iglesia y, sobre todo, al hospital», indica Moraza. Por ejemplo, un documento de 1599 ex- plicita que las víctimas de la epidemia de peste registrada aquel año fueron inhumadas en las inmediaciones de Santa Marina. Pero esa la zona de enterramiento esperada no ha aparecido. «Hemos encontrado un único enterramiento, aislado, que no nos permite hacer ningún tipo de interpretación», dice el arqueólogo.

Los restos de los edificios que no han aparecido estarán en otro lugar de la zona de Santa Marina, pero no, probablemente, en donde actualmente se llevan a cabo los trabajos de reurbanización. «No es imposible ­advierte Moraza­, pero no da la impresión de que ahí pueda ya aparecer nada».

Los restos de los talleres de fundición de campanas hallados han sido minuciosamente estudiados y, después, protegidos por una capa de geotextil, han sido de nuevo enterrados. «Ahí quedarán, para que, si dentro de unos años se vuelve a suscitar la ocasión, alguien tenga ocasión de estudiarlos con nuevas técnicas o conocimientos más avanzados», asegura Alfredo Moraza.



El secreto de los maestros fundidores
M.A.
ESKORIATZA

El menor de los cuatro moldes hallados en Eskoriatza permitió fundir una campana de 0,70 metros de diámetro, y el mayor, una de 1,30. «Con la técnica empleada ­explica Alfredo Moraza­, no se podían hacer mucho mayores». En todo caso, eran grandes y, sobre todo, pesadas, así es que, para evitar las dificultades derivadas de su transporte, se solían fundir a pie de obra, es decir, junto al edificio en el que se iban a instalar. Eso obligaba a los maestros campaneros a desplazarse de un lugar a otro, allá donde solicitaran sus servicios, y a construir las instalaciones necesarias in situ.

En Euskal Herria no había maestros campaneros o había pocos. «Los que trabajaban aquí solían proceder de Cantabria ­apunta el arqueólogo­ y guardaban celosamente los secretos de su oficio, por lo que, tan pronto como concluían su trabajo en un lugar determinado, destruían los moldes y los hornos que habían utilizado. De modo que, si de este tipo de instalaciones apenas quedan hoy en día testimonios físicos, no se debe sólo al paso del tiempo», concluye Moraza.


 
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