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Gara > Idatzia > Ekonomia 2007-01-22
Javier OROZCO | Sindicalista de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) colombiana
«El TLC otorgará a EEUU la soberanía alimentaria y energética, y los recursos de Colombia»
En Colombia ser sindicalista es correr el riesgo de morir. Casi 1.200 sindicalistas han fallecido en atentados desde 1994. Javier Orozco, exiliado en Asturies, acaba de visitar Nafarroa de la mano de varias ONGs para reclamar solidaridad ante esta persecución y denunciar que el Tratado de Libre Comercio (TLC) que Uribe firmará en febrero supondrá una nueva vuelta de tuerca para los trabajadores colombianos.

Pese a la guerra sucia que padece, el sindicalismo colombiano es uno de los más combativos y efectivos de América Latina. Su último reto es conseguir frenar la firma del Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos, que el presidente, Alvaro Uribe, tiene prevista para febrero.

­¿A qué formas de represión tiene que hacer frente el movimiento sindical colombiano?

El movimiento sindical colombiano está siendo sometido desde hace unos veinte años a un proceso sistemático de persecución que tiene como objetivo su exterminio. Eso lo decimos porque resulta muy evidente que el asesinato de sindicalistas ha resultado ser un fenómeno planificado y organizado. Ese exterminio ha afectado de manera principal a la CUT, que es la central obrera mayoritaria del país. Dentro de la CUT, está afectando principalmente a los sectores agrario, de salud, de enseñanza pública, de energía y servicios públicos esenciales.

Todo esto se hace porque al movimiento sindical colombiano se le colgó el estigma de ser un agente de la subversión y una correa de transmisión de la guerrilla. Con ese sambenito se ha justificado todo el plan de exterminio. Además, en Colombia hay una cultura antisindical afianzada por los empresarios y por el Gobierno, y por los medios de comunicación. Así, se presenta a los sindicalistas como unos zánganos acabadores de empresas y que no dejan que la economía nacional progrese. Todo ello ha convertido a Colombia en el país más peligroso para la actividad sindical, según reconoce la OIT. ¿Quiénes practican este exterminio? Hay una alianza entre el empresariado colombiano y el capital internacional. A ambos les es funcional el exterminio del movimiento sindical. Cada vez resulta más notorio que el Estado colombiano no es ajeno a ese plan de exterminio. Reprime al movimiento sindical con métodos propios de un estado mafioso.

­Pese a la represión, el sindicalismo colombiano es uno de los más pujantes de América Latina con victorias importantes.

Hemos tenido victorias muy importantes, como haber logrado retener o hacer reversibles privatizaciones de algunas empresas estatales que son rentables o que se mantengan servicios públicos en materias de salud. Se ha convertido también en uno de los principales denunciadores de los planes de exterminio contra los campesinos, los indios o los negros. Asimismo, hemos encabezado opciones políticas que buscan reformas democráticas. En ese sentido, el movimiento sindical es parte importante del Polo Democrático Alternativo, la coalición de izquierdas que tuvo la segunda votación, a pesar de la persecución y el riesgo que encarna ser candidato de oposición. Además, estamos planteando propuestas para la solución política del conflicto social y militar y una agenda de reformas que ayudan a resolver problemas estructurales. Es un movimiento sindical que ya no es de gremios, sino que se plantea luchas sociopolíticas.

­En el proceso de privatización, ¿qué papel juegan entidades vascas como el BBVA?

El mundo del capital cada vez puede esconder menos la responsabilidad que tiene en las violaciones masivas de derechos humanos en Colombia. Cada vez es menos cierto que estemos ante una pelea entre colombianos y cada vez es más evidente que quien instiga esa confrontación interna o se beneficia de ello es el capital internacional. Hay empresas norteamericanas que están jugan- do a pescar en ese río revuelto que es la guerra sucia. Pero también hay empresas de Europa y de España.

Una empresa que está haciendo mucho daño es el BBVA. Llegó aprovechándose de que el Gobierno colombiano necesitaba hacer caja y tenía en la mira la venta de la banca pública. Consiguió bancos muy importantes y muy rentables a precio de saldo. Lo primero que hizo fue despedir a una enorme cantidad de gente de la plantilla. A partir de ahí, el BBVA ha ido generando ingentes cantidades de euros porque ni siquiera pagan impuestos. Toda la ganancia es neta. Encontramos también nefasto el papel de Repsol, que ha destruido ecosistemas considerados como reservas de la biosfera, como la laguna del Lipa, y ha propiciado la desaparición de varios pueblos indígenas y hoy tiene en la mira a un pueblo que está la borde mismo de la extinción, como el pueblo uwa. Los uwa no quieren el progreso entendido como capitalismo. También están Unión Fenosa y Aguas de Barcelona.

­Ante el capital internacional, es necesario la unidad de los trabajadores. ¿Qué piden los sindicalistas colombianos a los sindicalistas europeos?

Echamos de menos un sindicalismo internacionalque junte las luchas comunes frente a patronos comunes. Sabiendo los trabajadores del BBVA acá que los trabajadores del BBVA en Colombia están siendo despedidos o asesinados, esperaríamos una actitud diferente de los comités de empresa. Sin embargo, ha habido expresiones de solidaridad importantes que han servido para que la OIT decidiera, el 1 de junio del año pasado, poner una oficina permanente en Colombia para hacer seguimiento de las vulneraciones de los derechos, aunque todavía no se ha puesto en marcha. También hemos recibido el acompañamiento en las áreas donde hay huelgas y movilizaciones. Esto es muy importante, porque en Colombia las manos de los asesinos se detienen bastante ante una cámara fotográfica de un periodista extranjero. El Estado colombiano vende la imagen de un Estado democrático y no puede dar una mala imagen al exterior. No tiene sentido que se haya globalizado el capital y que no se haya globalizado la lucha en defensa de la vida de los trabajadores.

­Uno de los retos a los que se enfrenta el sindicalismocolombiano en los próximos meses es el de frenar la adhesión al Tratado de Libre Comercio (TLC).

Es una lucha durísima. El TLC es lo que queda del ALCA, la propuesta de George Bush y que fracasó porque ni Venezuela ni Bolivia ni Brasil quisieron firmar eso. Provocó que Estados Unidos impulsara tratados de libre comercio bilaterales. Y ahí es dónde se va a meter Colombia. El presidente, Alvaro Uribe, que sabe que si se hiciera una consulta popular sería derrotado, ha decidido imponerlo mediante su autoritarismo. Se va a firmar en febrero. Tenemos el enorme reto de movilizarnos y estamos preparándonos para ello.

Pensamos que va a destruir aún más el empleo y la industria nacional. Si se llega a firmar, quedarán en manos de Estados Unidos la soberanía alimentaria, la soberanía energética, el acceso a los recursos naturales y a la enorme biodiversidad que tiene Colombia ­incluido el pulmón del mundo que es el Amazonas­ y el mercado de trabajo. No puede haber igualdad de comercio entre desiguales. Esa es una pelea de tigre con burro amarrado. Ya se sabe quién pierde. Sin embargo, hay sectores de la oligarquía colombiana a quienes les conviene ese tratado, porque les van a dar la cola del ratón en este reparto de los recursos del país. Les van a dar territorios que hoy son propiedad de los indios y de los negros. -


 
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