- Osasuna
Rojillos y colchoneros llegan a su cénit negativo
·El duelo entre ambos se ha ido calentando en los últimos años
IRUÑEA
De un tiempo a esta parte, los enfrentamientos entre Osasuna y Atlético de Madrid vienen estando marcados por la tensión a ras de césped. El cénit de esta situación se alcanzó el sábado, aunque, como suele ser habitual, el equipo más humilde fue, a la postre, el más perjudicado.El pique entre ambas escuadras se remonta a la última presencia navarra en Primera División el pasado siglo. Durante los años 80 y 90 se vivieron intensos choques, especialmente en el torneo del K.O., aunque también extrapolables a la competición de la regularidad. Más de uno guardará en la retina gestos y actitudes de jugadores como Hugo Sánchez, Arteche o Balbino, que dejaron muestra de sus “habilidades” en la cara y piernas de futbolistas rojillos. Haciendo recuento de las mencionadas temporadas, amén de las siete últimas que lleva Osasuna en la máxima categoría, los duelos entre ambas escuadras arrojan una media de una tarjeta roja por cada dos partidos ligueros y casi cuatro amarillas por encuentro disputado. Así, en su bagaje particular los navarros acumulan un total de once expulsiones siete ellas por doble amarilla junto a otras 79 amonestaciones. Pepín y Pablo García, con cinco amarillas, son los jugadores rojillos más sancionados en estos enfrentamientos. Un caso particular de la historia más reciente es Cuéllar, que ha sido expulsado en dos ocasiones de cuatro partidos jugados. Por su parte, el Atlético de Madrid ha visto nueve rojas cinco por doble amarilla, sumadas a 61 amarillas.
Castigo histórico Retomando el más reciente de estos envites, nunca en su trayectoria en Primera División Osasuna había recibido un castigo de tales dimensiones con otra expulsión se hubiera suspendido el partido, tal y como recoge el reglamento, estando hasta ahora el récord negativo en dos tarjetas rojas en un mismo partido. Aunque es obvio reconocer que el choque del sábado no estuvo presidido por la deportividad, también habría que reconocer que lo fue por ambos bandos. Si Lizondo Cortés hubiera medido por el mismo rasero a las dos escuadras, jugadores como Seitaridis, Luccin o Maniche deberían haber visto el camino de vestuarios.
Al menos, el colegiado valenciano recogió en su acta el lanzamiento de objetos y los gritos racistas de la afición rojiblanca contra Webó. «En el minuto 23, tras escucharse gritos simulando los del mono cuando el jugador Webó jugaba el balón, me dirigí al delegado de campo para comunicarle que procediese a aplicar el protocolo previsto», reflejó.
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