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Fede de los Ríos

Consumo, malestar y represión

 

Resulta curioso el auge del concepto «consumidor», concepto de moda que parece igualarnos a todos, frente al concepto «productor» mucho más preciso y excluyente, (a una unión de consumidores todos podemos pertenecer; no así a un sindicato de clase). La producción de mercancías consume gran parte del tiempo de nuestra vida, otra buena parte, es consumida en el propio consumo de lo producido. El tiempo que llamamos ocio, aparte de las horas de sueño, lo dedicamos a la recepción de mensajes que transforman nuestro deseo en un apetito insaciable de «bienes» de todo tipo, es decir, de mercancías.

Curiosa también la pretendida sinonimia entre «mercancías» y «bienes». Si el bien-estar, es producido por un mayor nivel de consumo; el mal-estar sería, entonces, la ausencia de dicha posibilidad de consumo. Aprendimos, -porque así fuimos enseñados-, a usar el consumo de cosas como remedio para calmar nuestras insatisfacciones.

Hasta al sexo le pusimos precio, cosificando los cuerpos y temporizando sus usos como pasatiempo. Pornografía, prostitución, gimnasios, productos y cirugías al servicio de lo que, los carentes de imaginación, llaman estética, son las mercancías más demandadas en un intento de calmar el malestar insaciable en el que nos encontramos. Ahora, en medio de la profundización de la crisis, menor consumo se traduce en aumento del malestar. Paradójico mundo en el que vivimos, donde la sobreproducción provoca escasez. Miles de casas vacías y miles de personas sin un techo. Miles de jóvenes sin posibilidad de emanciparse. Esperando a ver qué pasa en un futuro y sin poder de decisión sobre nuestra vida presente y, curiosamente, sintiéndonos libres. Jodida ¿eh?, tanta precariedad.

Y a la que inicias una acción para cambiar el estado de las cosas, como la de los estudiantes en Valencia, hostia al canto. Una cosa es pensarse libres y otra distinta actuar como tales. Es lo que tiene esta suerte de fascismo posmoderno.

Y eso que los que protestaban por los recortes en educación no tenían pinta de vascos. Por ello la extrañeza entre los bien-pensantes. Que una cosa es lluita al carrer y otra distinta kale borroka. Hablan de brutalidad policial, redundante pleonasmo, por contestar con porrazos la demanda de cultura de los estudiantes que blandían libros como única arma. Contento que alguno no amartilló su pistola, pues un libro para un policía es como cabeza de ajo para el conde que habita los Cárpatos. Un objeto que evoca su fracaso en el intento de alcanzar al Homo sapiens, la combinación de un telencéfalo altamente desarrollado y el pulgar oponible; quedándose en Homo erectus que destaca, sobre todo, por el pulgar oponible facilitador de la masturbación compulsiva de los protohomínidos y el manejo de la porra como principal destreza. Gimnasio, playstation y las películas de Van Damme son los ejes donde pivota su corpus teorético.

Si excediéndose en la aplicación de su técnica son condenados por torturas, un indulto como refuerzo positivo a seguir desarrollando su arte.

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