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Juan Mari Beldarrain | Miembro de Eguzki

Golpe de estado al medio ambiente

 

El Gobierno del PP no solo golpea a los trabajadores y sus conquistas mediante las nuevas reformas laborales, sino que, aprovechando las circunstancias, también está impulsando un auténtico golpe de estado contra la defensa y preservación del medio ambiente. De hecho, ha iniciado la demolición de la legislación sectorial, con el fin de que la tierra y el mar no sean bienes a proteger, sino una oportunidad para hacer cada vez más negocio.

Desde luego, nada bueno cabe esperar de las 66 medidas anunciadas por el Ministerio de Agricultura, Pesca, Alimentación y, al parecer, también Medio Ambiente. Al parecer, decimos, entre otras cosas porque su responsable, Arias Cañete, confiesa «no tener ni idea de medio ambiente». Tenga o no idea, lo que está claro es que Cañete baila al son de la música que tocan sus colegas de Industria y Fomento.

Empecemos por lo más próximo: la prórroga a la central de Garoña. En realidad, ya el Gobierno del PSOE concedió una prórroga por tres años. Pero el del PP, sin complejos ni disimulos, concede otra hasta 2019 (o hasta que Nuclenor quiera) y punto; ubica el ATC (almacén centralizado de residuos nucleares) en Cuenca y punto y coma, y, cuando llegue el momento, prorrogará el permiso de actividad del restos de las centrales nucleares y punto y seguido.

Para que el golpe quede más claro, también ha decretado la moratoria a la prima de las energías renovables, que supondrá un frenazo a la producción limpia y un retraso más en la lucha contra el cambio climático. Hasta ahora el Estado español llevaba el maillot amarillo de líder en dos sectores. Tras el frenazo a las renovables, ya solo le quedará el correspondiente al de los deportistas dopados.

El Ministerio de Fomento, por su parte, hace su particular aportación a este golpe de estado apostando precisamente por la política que nos ha llevado a la actual situación de crisis, es decir, apostando por más hormigón y artificialización del suelo. Promete, para empezar, 3.500 kilómetros más de autovías y 25.000 millones de euros más en trenes de alta velocidad, que, a este paso, nadie sabe quién podrá usar. Por lo visto, no contentos con la vergüenza de aeropuertos y líneas de tren fantasmas, se disponen a seguir huyendo hacia adelante.

El ministro de Medio Ambiente, el antedicho Cañete, promete simplificar los trámites ambientales para ejecutar proyectos. En otras palabras, promete eliminar garantías, no vaya a ser que la protección del medio ambiente se convierta en traba para ejecutar determinadas obras. Y nos preguntamos: si es el propio ministro de Medio Ambiente quien propone rebajar las garantías para facilitar el negocio a las constructoras, ¿para qué sirve el Ministerio de Medio Ambiente? Pues eso mismo es también lo que Cañete quiere hacer con la Ley de Costas, descafeinarla, para que el litoral en general y las playas en particular se llenen de urbanizaciones y chiringuitos. En definitiva, que Cañete entiende el dominio público marítimo terrestre como una oportunidad para sacar pasta a la costa a toda costa.

En materia de pesca, ni una sola mención a la necesidad de salvaguardar la actividad artesanal. Será que el mar y sus recursos se consideran como «otra oportunidad» para hacer dinero.

¿Y de política agraria qué? Pues nada que no se le hubiese ocurrido a un señorito. Primar a los grandes productores, industrializar el campo, hacer seguidismo de la PAC que está obligando a cerrar explotaciones agrarias sin freno y, en definitiva, hacer el caldo gordo a las agroindustrias y a los grandes distribuidores.

En definitiva, que el PP nunca ha querido entender que el crecimiento económico ilimitado es incompatible con los límites físicos del planeta. Para la derecha, la tierra, el agua y los recursos naturales nunca han sido otra cosa que una opor- tunidad para hacer negocio y, con la excusa de la crisis económica, se dispone a profundizar en esa idea.

Por cierto, que se trata de una crisis que ninguno de nosotros hemos generado, que tiene su origen en la especulación financiera, en la destrucción del territorio a través del ladrillo y el hormigón y en el consumismo desbocado. Pues nada, el PP, incapaz de aprender de los errores, pero siempre dispuesto a promover el negocio, se empeña en una política tan perjudicial desde el punto de vista ambiental como del social. Solo les falta autorizar de nuevo la pesca de ballenas o instaurar entre los más jóvenes la obligatoriedad de asistir a las escuelas... taurinas, por supuesto.

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