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«Los Miserables»: canciones y evocación de un París insurgente

La nueva y esperada adaptación de «Los Miserables» de Victor Hugo nos redescubrirá los pasajes de aquel París sórdido y envuelto en las revueltas necesarias que espolearon la Revolución Francesa. Dirigida por el cineasta británico Tom Hooper el reparto de esta superproducción cuenta con las presencias estelares de Hugh Jackman, Russell Crowe y Anne Hathaway.

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Koldo LANDALUZE

Mientras a consecuencia de las leyes y de las costumbres exista una condenación social, creando artificialmente, en plena civilización, infiernos, y complicando con una humana fatalidad el destino, que es divino; mientras no se resuelvan los tres problemas del siglo: la degradación del hombre por el proletariado, la decadencia de la mujer por el hambre, la atrofia del niño por las tinieblas; en tanto que en ciertas regiones sea posible la asfixia social; en otros términos y bajo un punto de vista más dilatado todavía, mientras haya sobre la tierra ignorancia y miseria, los libros de la naturaleza del presente podrán no ser inútiles». Este es el prólogo que en 1862 escribió Victor Hugo para «Los Miserables», obra que puede presentarse como excelente muestra de eso que el propio autor entendía como novela total: una novela que explora al máximo las posibilidades de una trama apasionante y aporta multitud de reflexiones.

El progreso, la ley, el alma, Dios, la Revolución Francesa, Waterloo, el idilio, la epopeya, la prisión, el contrato social, las barricadas de 1832, el crimen, las cloacas de París... todo tiene cabida en esta monumental novela, cuya tesis gira en torno a «esa doble degradación material y moral que caracteriza en sus dos acepciones la palabra miserable»

El autor distingue entre los miserables hijos de la degradación material, aquellos que nada tienen salvo su castigada vida; y los miserables producto de la degradación moral, a los que ya nada les queda, pues han perdido incluso aquello que les recuerda que siguen siendo humanos. Ambos tipos de miseria se dan cita en las entrañas de «Los miserables», los unos luchando denodadamente por avanzar hacia la luz, los otros deslizándose sigilosamente hacia las tinieblas.

Cuando la víctima se rebela

Pero lo que engrandece esta obra es una reflexión que la recorre por completo: El miserable es una víctima. Así queda expresado en pasajes tan destacados como este, «las faltas de las mujeres, de los hijos, de los criados, de los débiles, de los pobres y de los ignorantes, son las faltas de los maridos, de los padres, de los amos, de los fuertes, de los ricos y de los sabios. [...] Si un alma sumida en las tinieblas comete un pecado, el culpado no es en realidad el que peca, sino el que no disipa las tinieblas».

Merced a esas ideas, Victor Hugo invoca al progreso: el progreso que no se entiende como el triunfo del mecanicismo tendente a la acumulación de bienes materiales; sino el progreso en su acepción original de triunfo de las libertades personales, del camino que la sociedad recorre para ser más justa, procurando a todos sus miembros trabajo, salud, educación y, en definitiva, libertad.

Escrita desde el exilio

Víctor Hugo publicó «Los Miserables», su obra maestra, en el año1862. Escribió esta novela desde el exilio al que se vio obligado tras el Golpe de Estado de Napoleón III, y del que no regresó hasta el año 1870 en que se proclama la Tercera República. Víctor Hugo no es sólo uno de los novelistas más importantes de la literatura francesa y universal, si no que también fue un político e intelectual reconocido. Defensor de la democracia y de la abolición de la pena de muerte, fue un adelantado a su época en la que defendía la creación de los Estados Unidos de Europa cuando esa idea parecía una locura y en absoluto se asemeja a la «Unión» que hoy en día padecemos.

El libro arranca en el año 1815, cuando el preso Jean Valjean, tras 19 años de trabajos forzados, recobra la ansiada libertad. Marcado por su condición de expresidiario, encuentra cerradas todas las puertas a las que llama en busca de alojamiento. Todas menos una: la del obispo Myriel. Éste le invita a cenar y le ofrece cobijo en su casa dando una muestra de confianza y fe en su reinserción. Pero Jean Valjean, aprovechando que todos duermen, roba la cubertería de plata del obispo y se marcha de allí. Más adelante, al ser detenido por la policía, cuenta que el mismo obispo le ha regalado esos objetos.

Al volver a casa del obispo para comprobar la veracidad de los hechos, el obispo no sólo dice que sí, que le regaló la cubertería de plata, si no que le da también los candelabros de plata afirmando que se los dejó olvidados. El tratamiento que Jean Valjean recibe del obispo le impresiona totalmente, pero eso no le impide delinquir una vez más, algo que por su condición de expresidiario le podía condenar a cadena perpetua. El arrepentimiento que sufre al hacerlo, tras haber recibido la confianza del obispo en que no volvería a pecar nunca más, le lleva a decidir enterrar su pasado como Jean Valjean y convertirse en el señor Madeleine, dueño de una fábrica y alcalde de la ciudad de Montreuil-sur-Mer.

El resto de los personajes de la obra son Fantine, su hija Cosette, Marius, los Thenardier y el comisario Javert, antagonista del libro que, en nombre de la ley en la que cree a ciegas, persigue a nuestro protagonista para que pague por los delitos cometidos, sin importarle que Jean Valjean se haya convertido en un hombre justo. En la compañía de estos personajes el autor nos presenta la sociedad francesa del siglo XIX, llena de desigualdades, centrándose en las capas pobres y explicando cómo viven los miserables. Esos miserables que deciden montar barricadas y luchar por una República en Francia en los años treinta que les dé la libertad, esos miserables que lucharon por una utopía que terminó convirtiéndose en realidad.

En el libro se habla de mucho más. En más de mil páginas Víctor Hugo tiene espacio para proclamar sobre todo, pero los principales temas de la obra son los dos ya mencionados: la lucha de Jean Valjean por la reinserción, buscada a raíz de la confianza demostrada por el obispo convencido de que el hombre es bueno, y la revolución, la lucha por los ideales de libertad y democracia que lleva a jóvenes a jugarse la vida por conseguir un mundo más justo.

Desde los escenarios a la pantalla

La nueva y esperada adaptación cinematográfica está inspirada en un célebre musical que pasa por ser el más representado y visto del mundo. Así lo atestiguan las más de 10.000 funciones que han sido representadas solo en Gran Bretaña.

Trasladar a la gran pantalla «Los Miserables» no ha resultado una tarea fácil y para tal fin no se han ahorrado esfuerzos para dotar de un gran empaque interpretativo cuyos protagonistas principales son Hugh Jackman que se mete en la piel de Jean Valjean, Russell Crowe como Javert, su antagonista, Anne Hathaway (Fantine), Amanda Seyfried (Cosette), Sacha Baron Cohen y Helena Bonham Carter (los Thénardier) o Eddie Redmayne (Marius).

Cameron Mackintosh, productor de la cinta y uno de los responsables de su estreno en el West End en 1985, ha señalado que «buena parte de los esfuerzos han ido encaminados a llevar a cabo una película que no se inspira fielmente en el musical sino transformar el material que sustenta el musical en una película independiente».

Parea dar orden y coherencia a un proyecto de esta envergadura se han contratado los servicios del oscarizado cineasta Tom Hooper («El discurso del rey») y, además de la cuidada ambientación, buena parte del interés radica en los temas musicales que aderezan esta superproducción. La música fue compuesta por Claude-Michel Schönberg y la letra lleva la firma de Alain Boublil y Jean-Marc Natel, con libreto de Herbert Kretzmer.

El musical se inauguró en el Barbican Centre de Londres el 8 de octubre de 1985 y está considerado como el segundo de mayor duración en el género musical, el segundo más antiguo espectáculo del West End después de la ya mítica «La ratonera» de Agatha Christie y el tercero de más larga duración en la historia del espectáculo de Broadway. Actualmente, es el musical de más larga duración en el West End seguido de «El fantasma de la ópera» y en enero de 2010, representó su diezmilésima actuación en el Queen's Theatre de West End de Londres.

Los Miserables y el cine

Además de las diversas adaptaciones cinematográficas que se han realizado de novelas tan prestigiosas de Victor Hugo como «Nuestra Señora de París» -todas ellas centradas en la imposible relación entre el campanero jorobado Quasimodo y la zíngara Esmeralda- y la magistral «El hombre que ríe» dirigida por Paul Leni en el año 1928, no cabe duda que «Los Miserables» figura entre los proyectos que más ha tentado a la industria. Entre sus versiones más conocidas destacan la realizada por Raymond Bernard en el año 34. Protagonizada por Harry Bauer, pasa por ser una de las más logradas. Un año más tarde, fue Richard Boleslawski quien se colocó detrás de la cámara para filmar esta epopeya de rabiosa rebeldía que contó con los roles protagonistas de Frederich March, Charles Laughton, Cedrick Hardwicke y Rochelle Hudson. Dada la extensión de la novela escrita por Victor Hugo, resulta muy difícil desarrollar un argumento que consiga captar la esencia plena de la narración. Quizás por ello, haya sido en la pequeña pantalla donde este problema fuera paliado en parte tal y como quedó demostrado con la ambiciosa superproducción catódica que dirigió en el año 2000 Josée Dayan. Gérard Depardieu, Christian Clavier, John Malkovich, Virginie Ledoyen, Asia Argento y Charlotte Gainsbourg encabezaron el lujoso reparto de esta miniserie. Dos años atrás topamos con la adaptación cinematográfica que dirigió Bille August y que tuvo como protagonistas a Liam Neeson, Geoffrey Rush, Uma Thurman y Claire Danes. K.L.

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