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Raimundo Fitero

Sin interés

Dicen las estadísticas que el recién terminado debate en el Parlamento español ha sido el de más baja audiencia de la historia de este modelo de encuentro parlamentario en el que se debería analizar la acción del Gobierno durante el año y tomar algunas decisiones para dar impulso a diferentes propuestas de futuro. La mayoría que obstenta el partido de Bárcenas colapsa cualquier alternativa. Lo vuelve un formalismo de autopropaganda, se sabe que solamente saldrá lo que el equipo de ensobrado de Rajoy decida y que no tendrá casi nada que ver con lo que en la sociedad se reclama.

Así, ¿a quién le puede interesar ver estos debates? Ni a los que tenemos una malformación profesional y lo miramos con ojos de pez en la pecera de la distancia crítica nos interesa. La actitud de los intervinientes es poco resolutiva, no se encuentran oradores que desmonten la argucias y los entramados de cifras y letras descabalgadas de su valor sintáctico, que van creando un estado de inanidad. Pero incluso desde esta bajada absoluta de calidad, de entidad parlamentaria, con toda la ausencia de ideas, sustituidas por eslóganes y pirotecnia con escasa cantidad de pólvora política, el ritual se mantiene, en su cota más baja, pero con los suficientes elementos de análisis que demuestran su pertenencia a un género decimonónico con el que ha roto la fidelidad por falta de ingenio y que olvida y repudia la estética que le dotaba de alguna capacidad de entretenimiento.

Es todo demasiado previsible, los fantasmas ausentes pesan más que las ocurrencias presentes, la insistencia en el bipartidismo coarta cualquier posibilidad de desarrollo parlamentaria adecuado, y los portavoces son cada vez más unos leedores de consignas escritas por los amanuenses de cada partido.

Lo peor es que la situación está tan deteriorada que entra un Mariano Rajoy cabizbajo y sale eufórico porque el supuesto jefe de la oposición es un espectro, un liquidador. Por eso, y otras muchas cosas, no le interesa, ni le pude interesar, a nadie. Los prefieren invisibles. Así se puede manipular mejor, como se demuestra en los resúmenes de los informativos, que sonrojan por lo tendenciosos y sectarios que son.

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