Un pueblo que lucha y se mantiene en pie ya sabe qué hacer. No son necesarias demasiadas palabras. El camino está marcado, y debemos seguir juntos adelante». Lo dijo en euskara Joxe Domingo Aizpurua a su llegada a la estación de tren de Baiona al mediodía de ayer, un día después de su puesta en libertad a consecuencia de la grave enfermedad que le ha sido detectada hace unas pocas semanas.La solicitud de excarcelación se realizó la semana pasada, porque, comentaba ayer la hermana del ya ex preso, «el ‘no’ ya lo tienes». Reconocía que su puesta en libertad ha supuesto una sorpresa. Y una buena noticia, pues estando en su tierra y rodeado de los suyos podrá ahora luchar mejor contra la enfermedad.
Tras la llegada del tren pasadas las 15.00, la familia y los amigos venidos de Usurbil, localidad natal de Aizpurua, fueron los primeros en abrazarlo en el andén de la estación, mientras las cerca de 80 personas reunidas para tributarle un primer recibimiento rompían en aplausos y gritaban «Euskal presoak etxera». Los abrazos siguientes corrieron a cargo de refugiados y de ex presos, que cruzaron con el recién liberado esas miradas de complicidad forjada durante años de compromiso compartido.
Algunas lágrimas de emoción aparecieron en los ojos de los más cercanos, mientras la portavoz de Askatasuna Anais Funosas ofrecía un ramo de flores a Aizpurua, en torno al que los congregados, algunos de ellos con ikurriñas, formaron un círculo. Todo parecía indicar que era el turno del usurbildarra, de oír sus primeras palabras tras pisar de nuevo su tierra. Y así fue. Un sonoro «Eskerrik asko» salió de su boca, como un acto reflejo, tras lo que llamó a seguir el camino de «este pueblo que lucha y que se mantiene en pie». Su voz sonó convincente, segura, sin rasgo alguno de pesadumbre.
Las palabras de Aizpurua, que dieron paso al canto del “Eusko Gudariak”, hicieron alusión directa a la lucha, en este momento en el que él mismo ha iniciado una nueva, esta vez contra la enfermedad.
Precisamente, la lucha ha sido una constante en su vida. En 1975, con 22 años, fue arrestado por la Guardia Civil junto a sus padres. En 1980, tras años de hostigamiento policial, se refugió al otro lado del Bidasoa. Tras algunos encontronazos con las fuerzas policiales francesas, fue detenido y encarcelado en 1991, para cumplir condena hasta 1994.
Salvajemente torturado
Ese año, a través del más que irregular procedimiento de expulsión, fue entregado a la Guardia Civil, que, según su propia denuncia, le infligió salvajes torturas. Y a continuación permaneció totalmente incomunicado catorce días en prisión. Pese a todo ello, aguantó el tirón y logró quedar en libertad.Aizpurua volvió a pasar después a la clandestinidad, hasta que fue de nuevo arrestado en 2003, en Maule. Durante estos tres años de cárcel, Aizpurua ha conocido las celdas de aislamiento y ha realizado huelgas de hambre y «chapeos» en defensa de los derechos del Colectivo de Presos Políticos Vascos.
Anteayer quedó en libertad en la lejana prisión de Nanterre, ayer arribó a su país y, ahora, residirá de nuevo en él. Pana para algunos y Pitxas para otros, todos coincidieron ayer en que, pese a todo, hay una cosa, además de las convicciones, que Aizpurua no ha perdido: la sonrisa. -