Cesc GELABERT | Coreógrafo y bailarín
«La dificultad de bailar radica en la conciencia, no en el cuerpo»
Recién galardonado como mejor intérprete masculino en los Premios Max 2005, el coreógrafo Cesc Gelabert visita hoy Artium con su solo «Glimpse». Coreógrafo, bailarín y director, junto a Lydia Azzopardi, de Gelabert-Azzopardi Companya de Dansa, el catalán siente el baile como «una actividad sicofísica».
E char una ojeada o introducirse es lo que viene a significar el término anglosajón «glimpse». Y éste es el nombre del solo que el coreógrafo y bailarín Cesc Gelabert (Barcelona, 1953) pondrá en escena hoy en Artium a partir de las 20.00 horas. Con música de Carlos Miranda y la videocreación de Charles Atlas, el recién premiado como mejor intérprete masculino de los Max 2005, funde la imagen y su cuerpo en un diálogo «a través del cual el público puede entender lo que siente un bailarín», explica el artista catalán.
Usted lleva creando y bailando desde la década de los 70. ¿En qué fase de su carrera se encuentra tras treinta años de bagaje profesional?
Cada día me lo paso mejor y disfruto más de mi oficio, porque la madurez te da tranquilidad, perspectiva y calma. Ahí es cuando para mí empieza lo bueno, es decir, la época de disfrutar, de poder transmitir al público lo que deseo, por mí mismo, pero también a través de la gente más joven a la que, a la vez, intento transmitir mi experiencia.
Usted fue uno de los pioneros en el Estado español en danza contemporánea, un camino todavía sin explorar en aquella época. ¿Cómo lo vivió?
Lo importante para mí es la danza. Toda danza tiene que ser un equilibrio entre lo que hemos aprendido de las generaciones anteriores y el trabajo de mantenerlo vivo, porque esto es hacerlo contemporáneo. En concreto, la danza tiene una particularidad buena y mala, como todo en la vida, que es que desaparece muy fácilmente. En el Estado español estuvimos muy condicionados durante la época franquista. Con Franco no pudimos ver ni aprender el flujo de la danza, y por esa razón unos cuantos compañeros y yo tuvimos que replantearlo todo, es decir, porque no tenías información ni contacto directo, y es en ese sentido en el que fuimos pioneros. Tuvimos que mantener viva una época de danza.
¿Fue duro recuperar ese tiempo perdido?
Sí, en ese sentido, fue muy duro, pero también muy apasionante por las distintas generaciones que se dieron cita para ello. Yo soy de una época en la que queríamos cambiar el mundo, queríamos usar el arte para que la vida fuera mejor. Y, en este sentido, estoy contento y orgulloso de haber podido contribuir a la danza viva, que es de lo que se trata y lo que antes otros hicieron por mí.
¿Sigue hoy manteniendo la misma filosofía respecto a la función del arte en el mundo?
Para mí no puede cambiar. La danza para mí es un sueño compartido en la vigilia, y quiero que el arte nos ayude a estar más concentrados y más en contacto con nosotros mismos y con los demás. Esto siempre será el trabajo de la danza y del arte en general. Yo no puedo tomar otra decisión, no quiero dedicarme a trabajar para que las multinacionales hagan dinero o para que estemos alienados en manos del deseo o del consumismo. Creo que hay que defender la biodiversidad, la ecología y el ser humano. Danzar es habitar el cuerpo con el cuerpo, la mente y el corazón. Se trata de un acto de reexistencia, y esto es algo que creo que lo debería hacer un cocinero, un artista, un taxista o cualquier ser humano que intenta ser un ser humano.
Si bien su filosofía no ha variado, ¿cómo lo
ha hecho su técnica en estos treinta años? Por lo general, la dinámica de la vida y la cultura es dar nuevas presentaciones a los principios de siempre. Es decir, el cuerpo humano no deja de tener 206 huesos o tener emociones, pero, sin embargo, cambian las formas a través de las cuales nos comunicamos. Por un lado, he intentado hacer esto y, por otro lado, a través de los años, también he intentado aumentar mi profundidad y mi conocimiento, conectando con la obra. Usted ha creado coreografías para compañías
internacionales, como el solo que creó en 2003 para Mijail Baryshnikov, pero
usted destaca sobre todo por sus actuaciones en montajes individuales, ¿no es
así?
Siempre he hecho dos actividades básicas. Una es la de actuar con otros bailarines en la compañía que fundé con mi mujer Lydia Azzopardi, y a su vez, con otras compañías, pero, por otro lado, siempre me ha gustado hacer solos. También he bailado coreografías de otras personas, pero generalmente las mías propias. Es como un laboratorio para mí. Ambas cosas me gustan. En cualquier caso, cabe resaltar que lo difícil de bailar es la conciencia, la mente, y no el cuerpo. Para mí bailar es una actividad sicofísica. Por ejemplo, si alguien te hace una caricia, a veces te gustará y otras veces no, ¿por qué?, por algo que es una mezcla de todo lo anteriormente comentado, algo que es la danza en el fondo.
¿De qué podrá disfrutar el público en «Glimpse»?
“Glimpse” vendría a ser como una ojeada, una radiografía a lo que es la conciencia de un bailarín. Es una obra de tesis, que es lo que yo entiendo que es bailar. ¿Pero qué diferencia a un movimiento normal de lo que llamaríamos baile? Esta sería la misma pregunta que cuando te vas a la cama y piensas: «sí, hoy he vivido; sí, hoy ha valido la pena». Eso es cuando un movimiento se hace baile. Siento que he avanzado en las dos cosas que menciono a continuación. Siempre intento adaptar la danza, que transforme los principios generales a nuestros tiempos, y, a la vez, vas adquiriendo más conocimiento, profundidad y sabiduría. Y ése es el trabajo básico. Por lo tanto, “Glimpse” es un diálogo entre las imágenes y yo.-Josune VELEZ DE MENDIZABAL
|