Atiendo en las últimas semanas al debate, tan estéril como doloroso, de la necesidad o no de vencedores y vencidos a la conclusión del conflicto armado. Atiendo, digo, con cierto desánimo, a una discusión que entiendo sin sentido y, además, inútil.
En primer lugar porque la resolución del conflicto armado que todos padecemos no conlleva, per se, la conclusión del contencioso político que lo motiva. Tiempo habrá de pelear, por otros cauces, para alcanzar un estadio democrático que nos permita ser en legalidad lo que ya somos. Tiempo y, sin duda, necesidad.
Y, en segundo lugar, porque si hubiera que tomar posición en ese debate, habrá que tener siempre en cuenta que, por hablar, unos tienen siempre las de ganar y otros corren el riesgo de caer en las garras de cualquier fascista revestido de toga con puñetas.
Corramos, sin embargo, el riesgo de decir algunas cosas. Digamos, por ejemplo, que si tiene que haber vencedores y vencidos, algunos preferimos que los vencidos sean los que bombardearon Gernika. Y los que ensuciaron la Historia con sus mentiras. Que pierdan.
Y preferimos que pierda de una vez Fraga y gane la memoria de los muertos en Montejurra y Gasteiz. Vencedores las víctimas y vencidos los victimarios.
Más vencedores: Lasa y Zabala. Y sus familias. Y más vencidos: Galindo y sus matarifes en inmediata libertad. Y que se sumen a los vencidos los policías que ensuciaron el nombre de la Ertzaña apaleando a los familiares en el camposanto de Tolosa. Vencidos sean.
No me gusta, repito, la dialéctica de vencedores y vencidos porque no me gusta la idea de la guerra, la que siempre pierden los trabajadores, pero si al final de este camino hubiera de haber vencidos, que sean los que torturaron a Joseba Arregi hasta reventarlo. Y los que les premiaron por hacerlo. Y entre los vencedores, cuéntese a quienes lo dieron todo por la libertad. Vencidos sean los que fusilaron a Txiki, a Otaegi; los que dirigieron los juicios-farsa; los que ordenaron la muerte de Santi Brouard, de Josu Muguruza; los que durante décadas instalaron controles de muerte en los caminos; los que dejaron torturar ‘con red’ para los torturadores. Caigan al muladar de la Historia los que quisieron acabar con nuestra lengua, con nuestra historia, con nuestro puebloŠ Pero que conste que a mí no me entusiasma un futuro pleno de agravios. -