Raimundo Fitero
Carpetas
Tiempo de carpetas. Las que llenaste ayer con recortes de prensa hoy pueden ayudarte a encender la barbacoa. Las que vayas llenando hoy, pueden servirte mañana para comprender que el mundo es un cabaré donde el pianista a veces toca desafinado canciones de amor. O una jota cantada bajo la lluvia. También puedes guardar ahora los cromos en papiros fosforescentes. O simplemente recortar los anuncios de ofertas de viajes, por si acaso empezamos a no caber de tantos que van a volver y de tantos que querrán descubrir este paraíso. ¿Qué foto pondrías ahora en tu carpeta?
Ya no bebo como bebía. Ahora vivo como vivía cuando bebía. Ahora veo, con precisión aguileña de lejos, con anteojos, por la presbicia, de cerca. Allá, en el horizonte sigo viendo esperanzas que deberemos ir forjando con el trabajo diario. Ahora escucho el sonido sordo de las pisadas alegres de unas generaciones que bailaron hasta que se acabó la música y que ahora tocan canciones románticas con música tecno. Ahora leo. No lo que leía, sino lo que escribe el tiempo presente. Cada vez hay menos mensajes entrelíneas, ahora todo se puede poner en un renglón, aunque no sea torcido. Ni recto. Y todavía no sé que foto poner en la carpeta del 22-M.
Pero en este ciclo biológico, también llega la muerte; el adiós o el hasta luego. El recuerdo. La memoria. Sigo pensando que hay enfermedades indecentes. Por cuestiones cronológicas Rocío Dúrcal ocupó un espacio en una carpeta subordinada de mi imaginario sentimental. Aunque lo más indecente es que existan pandemias, hambrunas, millones de seres humanos que luchan por una gota de agua. A veces mirar la tele te lleva a la toma de conciencia. ¿Una exageración? Hay programas de documentos o reportajes en La 2, en ETB, en Cuatro, o en cualquier otro canal temático que sitúan la realidad en la pantalla doméstica para que despertemos de los analgésicos y opiáceos deportivos, religiosos o del corazón. El problema está en que nuestra tendencia es demasiado cómoda y preferimos ver imbecilidades que desastres humanitarios. Así nos sabe mejor el sorbete de limón. Aunque después tengamos flatulencias adosadas. -
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