El editor Iñaki Egaña, expulsado de Estados Unidos
BILBO
El escritor, historiador e investigador Iñaki Egaña fue expulsado anteayer de Estados Unidos tras pasar un día detenido en el aeropuerto de Nueva York, según ha informado la editorial Txalaparta. Egaña viajó el pasado domingo a Nueva York con la intención de investigar en los archivos y recoger material relacionado con los vascos en los Estados Unidos, sobre los cuales Txalaparta ha publicado varios libros.
Pero el editor, que viajaba con dos de sus hijos, ambos menores de edad, no pudo pasar del aeropuerto. Sin bajarse del avión, fue detenido sin explicación alguna. Las gestiones que se hicieron desde el consulado para saber los motivos de esa detención fueron infructuosas. En las 24 horas que estuvo detenido, tan sólo le fue permitida hacer una llamada.
Según los datos facilitados por Txalapara, el interrogatorio al que fue sometido Egaña giró en torno a la figura de Mario Salegi, combativo escritor y periodista vasco que vivió exiliado en Estados Unidos. «En algunos momentos, debido a la insistencia de las llamadas telefónicas interesándose por su detención, llegaron a sentirse molestos», relata en una nota la editorial, añadiendo que Mirian Nurenberg, la viuda de Mario Salegi, contactó con el senador Charles Sczhumer, quien se interesó por esta detención. Al llegar a Madrid, la policía española lo estaba esperando con los informes enviados por la policía estadounidense pero inmediatamente fue puesto en libertad sin cargos.
La editorial Txalaparta ha manifestado su protesta por el trato recibido por Iñaki Egaña y por la «falta total de respeto a los derechos» de su compañero. «Es un claro ataque a la libertad de expresión, de investigación y de difusión, y muestra el carácter cada día más fascistoide del Gobierno estadounidense». Txalaparta se reafirma «en el compromiso de seguir editando todo cuanto contribuya a denunciar y abolir el injusto orden mundial impuesto por el imperialismo americano». Por su parte, ANV denunció en un comunicado lo sucedido y lo achacó a los deseos del gobierno estadounidense de «esconder su porquería».
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