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Gara > Idatzia > Iritzia > Editoriala 2006-03-31
El Estatut de la Moncloa

El Congreso español de los Diputados aprobó ayer el texto reformado del Estatut por 189 votos a favor, 154 en contra y 2 abstenciones. Mirada la votación desde Euskal Herria, llama la atención la división habida entre las fuerzas nacionalistas vascas. El PNV voto a favor con un discurso que bien podía haber justificado un «no», aunque acabó imperando su tradicional alianza con CiU. EA se opuso al texto, en consonancia con la posición de sus socios de ERC. Y la diputada de Nafarroa Bai, en la que participan tanto PNV como EA, optó por una abstención que dejaba en tierra de nadie a la coalición y también a Aralar.

La primera consideración que cabe hacer ante el documento aprobado es que ese no es el nuevo Estatut que salió de Catalunya con el apoyo del 90% del Parlament catalán. Dos son los causas que han influido en su desnaturalización. Por una parte, la fuerte tradición centralista que sigue manteniéndose en el PSOE, cuyo líder, José Luis Rodríguez Zapatero, no ha mantenido la palabra dada en Barcelona de que si llegaba al Gobierno respetaría la voluntad de la Cámara catalana. Lo que se ha hecho con el texto remitido desde Catalunya no son retoques o ajustes, sino un cambio en profundidad desde el preámbulo hasta el último artículo. La segunda causa de la desnaturalización ha sido la incapacidad de mantenerse unidas de las fuerzas que aprobaron el nuevo Estatut en el Parlament. Especialmente desleal ha sido la actuación de CiU, que se prestó a una operación bilateral con el Gobierno español a espaldas del resto de formaciones catalanas. La conjunción de todos estos elementos hace que resulte más acertado hablar del Estatut de la Moncloa, pues allí fue donde, escondidos del resto, Artur Mas y José Luis Rodríguez Zapatero dibujaron las grandes líneas maestras del nuevo documento. Ahora, todavía, queda la posibilidad de introducir matizaciones en el Senado que permitan que las propias formaciones catalanas acerquen posiciones. Y, después, será la ciudadanía de Catalunya quien tenga la última palabra, la que todos habrán de respetar.

Cuando en Euskal Herria se abre un nuevo momento político, lo ocurrido con la reforma del Estatut debe servir para extraer lecciones. El Estado se ha mostrado como una maquinaria gigantesca contra la que se ha acabado estrellando la voluntad del 90% de la representación de una ciudadanía catalana que delegó toda la labor de defensa de sus aspiraciones en las élites de los partidos. -


 
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