GaraAzkenak - Paperezkoa - English Edition  |  Le Journal |  Dokumentuak
EUS | ES | FR | ENG
 » PAPEREZKOA
  -Aurkibidea
  - EuskalHerria
- Jendartea
- Ekonomia
- Iritzia
- Mundua
- Kultura
- Kirolak
 » AZKENORDUA
 » ENGLISH EDITION
 » DOSIERRAK
 » DOKUMENTUAK
 » IRUDITAN
 » HEMEROTEKA
 » Produktuak
Gara > Idatzia > Kultura 2006-04-03
Humberto SOLAS | Cineasta
«Los cineastas cubanos ofrecemos una visión de la realidad no complaciente»
Humberto Solás es una figura legendaria dentro del cine cubano. Si en los sesenta realizó películas de éxito y alta factura como «Lucía», desde hace unos años impulsa el Movimiento por el Cine Pobre, convencido de que es el único que permite rodar con libertad. Estos días ha participado en la Muestra de Cine y Cooperación.

La Muestra de Cine y Cooperación organizada por la ONGD Mugarik Gabe que se celebra estos días está centrada en la cinematografía cubana. En este marco ha visitado Euskal Herria Humberto Solás (La Habana, 1941), presentando su última película, “Barrio Cuba”, un fresco de las dificultades que atraviesa el pueblo cubano. El filme, cuya fecha de estreno comercial está aún sin determinar, es la segunda parte de una trilogía que se inició con “Miel para Oshún”.

­¿Cómo nació «Barrio Cuba»?

Nació como una necesidad visceral. Necesidad de hacer una crónica de la contemporaneidad tomando en consideración a una mayoría. El título inicial era “Gente de pueblo”, que luego tuve que cambiar a petición del coproductor español. Pero para mí sigue siendo “Gente de pueblo” porque yo quería narrar la historia de La Habana profunda, La Habana a la que no llegan los turistas, que es muy representativa del resto del país.

­Aunque el final tiene esperanza, es una película triste. ¿Responde a un estado de ánimo personal?

No, en absoluto. O sí, en el sentido de que yo soy parte de una colectividad y la película refleja una situación de supervivencia, una situación muy conflictiva en la que se vive el desgarramiento familiar por la diáspora y la lucha por la supervivencia económica, que es muy dura. Desde la disolución del campo socialista, como Cuba no hizo una regresión hacia postulados de restauración, el sacrificio colectivo ha sido enorme. Esta es una película que yo he hecho con un sentimiento de compasión hacia mí mismo y hacia los demás, pero no entendida como piedad cristiana, sino en términos de solidaridad, de comprender al prójimo, de no señalarlo con el dedo acusador. Hay personajes que escogen el camino de la claudicación, pero yo no los juzgo ni los cuestiono y trato de que el público los entienda en medio de una situación económica abismal.

­Su película rompe el tópico de un pueblo cubano siempre alegre pese a las adversidades.

Sí. La película es también un intento de dar versatilidad al cine cubano, demasiado anclado a la comedia popular. La comedia es una fórmula de exorcizar la realidad a través del sarcasmo, de la risa, y que tiene mucho que ver con el neorrealismo italiano, que pretendía que la gente pasara un buen rato aún riéndose de sus problemas. Yo pienso que el cine cubano se inclinó excesivamente en esa dirección y que también se puede hacer drama social, crónica honesta, sincera, sin escamotear la realidad. Por otro lado, a partir de “Buena Vista Social Club”, de Wim Wenders, por parte de los productores y directores extranjeros se consolidó una visión reduccionista de La Habana, como un tópico donde están el Malecón, las mulatas y la gente que baila. Y La Habana profunda, la que yo pretendo retratar, se mueve en otros códigos.

­El tono en que cuenta las cosas es muy dramático.

La película es académica tradicional, no hay pretensión de innovación estética, sigue unos patrones; la banda sonora subraya emoción y está inspirada en el cine que me convocó para convertirme en cineasta, que fue el neorrealismo italiano.

­Su carrera ha sufrido muchos cambios. Empezó con películas de reconstrucción histórica.

“Lucía”, mi primer largometraje, fue una película muy costosa, pero era otra época. Luego hice una película de la contemporaneidad que fue muy mal comprendida, me provocó muchos disgustos y me tuve que alejar de la profesión durante un tiempo. Después retorné convencido de que, si no había un espacio de garantías para poder abordar la realidad con honestidad, sin hacer concesiones, era preferible mantenerme haciendo cine histórico. Al fin y al cabo, yo soy licenciado en Historias y es un tema que me apasiona.

­Y actualmente, ¿se sienten con libertad para hacer el cine que quieren?

El nuestro es un cine que ha sufrido vaivenes y crisis varias. Ahora, los cineastas nos hemos unido y ofrecemos una visión autocrítica de la realidad, no complaciente. Pero es un cine hecho desde dentro de la Revolución. Un cine hecho desde la honestidad, la sinceridad y la ética, que a veces ha sido muy incomprendido. El pago, el tributo a esta actitud fuerte de los cineastas que tanta incomprensión recibe es la respuesta del público, que nos quiere y nos dice en el día a día que somos parte del patrimonio espiritual de la nación. Nosotros somos una vanguardia dentro de la cultura cubana contemporánea.

­Usted lleva haciendo cine casi cinco décadas. ¿Cuál ha sido la época de oro del cine cubano?

Yo creo que está por verse. Soy muy optimista. Tuvimos una gran repercusión a finales de los 60, cuando salieron películas como “Memorias del subdesarrollo”. Después llegaron algunas crisis de pensamiento y coyunturales, hasta que Gutiérrez Alea realiza “Fresa y chocolate”, que llama la atención de todo el mundo. Pero lo que prometía ser una reapertura se frustra porque llega el Período Especial y de hacer 30 y 40 películas al año pasamos a hacer una o ninguna. Surgen entonces las coproducciones como única posibilidad de hacer cine. Yo no soy ingrato, estoy muy agradecido, pero es verdad que con las coproducciones surgen los compromisos y el cine nacional se queda un poco de lado. Y llega un momento en que tenemos que dejar a un lado nuestros proyectos personales y sobrevivir en la profesión en base a un cine que ni imaginábamos que íbamos a hacer. Y, ahora, el auge del cine digital nos vuelve a permitir hacer cine nacional sin que los compromisos internacionales nos adulteren nuestras películas.

­Usted dirige el Festival de Cine Pobre. ¿En qué consiste?

Me convencí de que se podían reducir drásticamente los costes de producción con el cine digital. Yo hice “Miel para Oshún” con un equipo de 23 personas y un autobús en el que nos movimos todos, material incluido, por toda la isla. Y pensé en hacer un festival con autores que habían hecho experimentos parecidos. Creamos una especie de movimiento, sin vanidad, porque tampoco estábamos descubriendo el Mediterráneo. Pero era una forma de decir: somos pobres, pero vamos a hacer el cine que queremos hacer, escapando a la idea de un Hollywood patético latinoamericano. Cuando haces las películas sin participación institucional ganas en libertad. -


 
Inprimatu
...Albiste gehiago
Euskal Herria
Hizkuntza eskubideen defentsan
Mundua
La ONU trata de implicar a los serbios de Kosovo
Kirolak
Lana latz eginda bereganatu du Biarritzek kanporaketa
Kirolak
Comparten temores y conformismo
Kirolak
La primera final se salda con un naufragio total
Euskal Herria
Batasuna y EA remarcan que la sociedad vasca ha dado un aval al proceso
  CopyrightGara | Kontaktua | Norgara | Publizitatea