El PNV cada vez se asemeja más a doña Flora, rectora vitalicia de aquella escuela de magisterio que en Ecuador llamaban "Normal". Tantos años de gobierno habían provocado en ella una deformación simbiótica, de tal manera que dama y sillón se confundían en un todo inseparable.
Los tentáculos de la Licenciada eran tan largos que nada se movía en el recinto sin que ella lo supiera y controlase. Así y todo, aquel férreo control, en vez de garantizarle seguridades, removía sus fantasmas. Le carcomía los higadillos una especie de miedo visceral y de paranoia obsesiva. Encerrada en su despacho, y cada vez más aislada, sospechaba de todo y de todos. Escudriñaba recelosa tras los visillos. Y cada grupo de alumnas o profesores, sobre todo si reían, se le antojaba una conjura. Todo debía ajustarse a las pautas que marcase la impertinente Licenciada. Detrás de cada iniciativa que no hubiera surgido de sus arrugadas neuronas apreciaba traiciones y contubernios. Sobra decir que aquella actitud tan enfermiza y hostil agravó su soledad.
El PNV también ha observado que, de un tiempo a esta parte, algo se está moviendo en «su batzoki»: foco, referente, impulso, tendencia.... ¡Que cada cual lo llame como quiera! Pero el simple hecho de que algo se organice sin ser ellos guionistas y directores ya es motivo suficiente para que los picajosos jelkides se consideren amenazados. Lo que se ha ido gestando lentamente irrumpió en Barakaldo y se ha consolidado el sábado en Bilbao. Fenómeno interesante y alentador impulsado por la voluntad popular. Confluencia de organismos que, sin renunciar a sus identidades, promueven la colaboración. Esfuerzo por sumar tras muchos años de peleas domésticas. Reivindicación de respeto a todos los derechos después de que cada cual hayamos hecho defensa parcelada de algunos de ellos. Reconocimiento colectivo de un conflicto que nos ha enfrentado y exigencia plural de que a este embrollo se le busquen soluciones. Percepción de los hechos desde una perspectiva de pueblo y necesidad de responder en esa misma clave. Empeño común por calzar la rueda de la carreta para no retroceder lo que hemos avanzadoŠ
El PNV ha rechazado la participación alegando ridículas excusas. Y, al no aceptar la invitación, su fiel Madrazo tampoco. Los jelkides, con más insolencia que respeto, han recriminado a quienes consideran su peonaje por haber organizado la marcha. Que el PNV decida lo que quiera pero respetando a los demás. Es lamentable que aprecie insidias y conjuras donde hay voluntades de acuerdo y demandas de solucion. -